Alfred había regresado a su mansión rebosante de alegría tras recibir la noticia de que su hija finalmente había sido curada.
Estaba profundamente agradecido por la ayuda del Maestro Alex, y ya meditaba qué regalo podría ofrecerle en señal de gratitud.
Sin embargo, nada más entrar, lo primero que presenció fue a su hijo gritando como un loco a los guardias para que golpearan a Alex.
Un sudor frío cubrió su frente, y su corazón pareció congelarse instantáneamente.
Sabía perfectamente que Alex tenía el poder suficiente para destruir todo el Grupo Kingston en Vancouver con apenas un movimiento.
"¡Imbécil!", le gritó Alfred, presa de un miedo absoluto, y pateó a Charles al suelo.
Mientras tanto, el mayordomo se acercó rápidamente a Alfred para explicarle todo lo sucedido.
Jessica y el Dr. Jenkin, alertados por los gritos, salieron de la habitación para ver qué ocurría.
"Papá, ¿por qué me golpeas? Es este hombre quien me faltó al respeto...", comenzó a protestar Charles.
Sin dejarlo termina