"Quien ha vencido sus miedos será verdaderamente libre."
— Aristóteles
Mientras Álex entraba solo a la vieja mansión, no pudo evitar notar el caos en el interior.
Los matones deambulaban frenéticamente, con armas que entrechocaban y voces elevadas.
Algunos estaban inclinados sobre mesas improvisadas, discutiendo sobre su próximo movimiento; otros probaban los filos de sus cuchillos y machetes con sonrisas maníacas.
No hacía falta ser un genio para ver que habían sido convocados con prisa —la mitad todavía tenía botellas de cerveza en mano y miradas salvajes.
Álex se detuvo en el umbral, con expresión retorcida de disgusto.
Mírenlos, pensó, un grupo desorganizado de delincuentes baratos persiguiendo el próximo pago.
Para ellos, él era solo otra cara en la multitud —nada especial. Apenas le prestaban atención.
—¿Estás seguro de que vendrán los hombres de Kingston? —preguntó un tipo alto y delgado, con voz cargada de excitación nerviosa.
—Claro que vendrán —se burló otro, acariciando la h