Jason estaba demasiado impactado para procesar lo que estaba sucediendo. Su boca se abrió, pero no salieron palabras mientras palidecía bajo el peso de la situación.
Los afilados ojos de Jasmine escanearon la habitación, su voz cortó a través del tenso aire.
—¿Alguien aquí todavía teme más a los Drake que a los Kingston? —preguntó, sus palabras fueron lentas y deliberadas, llevando un escalofriante subtono—. Hablen ahora. Para que pueda enseñarles.
La multitud permaneció en silencio, aturdida en sumisión.
Jasmine inclinó la cabeza, su fría sonrisa envió un escalofrío a través de todos. —¿Pensaron que la familia Kingston ha sido amable durante tanto tiempo porque carecemos de garras? Piénsenlo de nuevo.
El teléfono de Jason zumbó con fuerza, sacándolo de su aturdimiento. A tientas, lo encendió, solo para escuchar una voz en pánico al otro lado.
—¡Esposo! ¿Qué nos está pasando?
—¿Qué? ¿Qué quieres decir? —tartamudeó Jason, la confusión nublaba su rostro.
—¡Nuestras cuentas bancarias está