En un estado aturdido, como de ensueño, Álex sintió que todo su cuerpo se remodelaba, cada célula se perfeccionaba meticulosamente.
Fue como volver a nacer.
Un destello de asombro surgió dentro de él; eso, entendió, era el verdadero regalo de alcanzar el nivel 100: un fragmento de inmortalidad incrustado en su propio ser.
Pero con esa oleada de poder llegó una inundación de recuerdos que había olvidado hace mucho; imágenes de una escena de su infancia regresaron a él, borrosas al principio.
Se vio a sí mismo, pequeño y con los ojos bien abiertos, caminando junto a su madre. Sin embargo, su rostro permanecía difuso, como si el tiempo hubiera desdibujado los detalles.
Estaban en una reluciente aeronave futurista; sus corredores metálicos estaban pulidos hasta brillar como espejos, reflejando luces que se sentían demasiado brillantes, demasiado estériles.
De repente, toda la nave se sacudió.
Las puertas se abrieron de golpe y soldados Imperiales entraron en tropel, con armas levantadas, p