Eso solo pasaría si Sofía elegía la luz sobre la oscuridad.
Pero la duda atormentaba cada pensamiento de Sofía cuando veía a Álex.
No importaba cuánto deseara correr a sus brazos, escapar hacia la promesa de una nueva vida—el miedo la detenía.
¿Y si Gilbert mataba a su hermano?
¿Y si su madre moría por la mano despiadada de Gilbert?
¿Y si Gilbert enviaba a sus hombres a cazar a Álex?
Cada pesadilla se clavaba en su mente, manteniéndola encadenada en su lugar.
Los pies de Sofía se sentían pegados al suelo mientras Álex se dirigía hacia la puerta.
Su corazón le gritaba que se moviera, que gritara, que hiciera algo. Iba a perder a Álex para siempre—pero el miedo la agarraba más fuerte, arrastrándola hacia abajo como un ancla.
Sofía levantó una mano temblorosa, desesperada por extenderla, pero su miedo apretó su agarre, más pesado y sofocante que nunca.
Todo lo que podía hacer era quedarse congelada, viendo impotente cómo Álex se alejaba.
Sabía que este era el final, pero se sintió como un