CAPITULO —MARTINA LA CUPIDO
El atelier era un sueño: luces cálidas, telas suspendidas, colores suaves flotando en percheros como nubes hechas de seda.
Milagros entró al probador.
—¿Ya te toca probarte vos el vestido? —preguntó sin levantar la vista.
—Sí… —respondió Milagros, bajito, demasiado bajito para ser casual.
Martina levantó la cara apenas y la observó. Ese segundo fue suficiente. Ella la conocía mejor que nadie.
—¿Qué pasó? —preguntó con una ceja levantada, la ceja de “no me mientas”.
—Nada —dijo Milagros, nerviosa—. Cansancio… eso.
Martina dejó los pañales a un costado.
—A mí no me vengas con cansancio, Milagros Saavedra. Te conozco desde que te comías mis helados escondida y jurabas que era el perro. ¿Qué pasó?
Milagros miró hacia la puerta, como asegurándose de que Ayden no estuviera cerca. No lo estaba: seguía afuera, en la terraza, hablando con Elián.
Suspiró y se sentó en la cama.
—Dormimos juntos —soltó.
Martina pestañeó tres veces, rápido.
—¿CÓMO que dur