CAPÍTULO — “EL HOTEL, LA FAMILIA… Y EL PRIMER DUELO "
El aire frío de Madrid les golpeó la cara apenas cruzaron la puerta automática del aeropuerto.
Martín caminaba adelante como un general marcando el paso, recto, duro, sin mirar atrás, como si escoltara a un prisionero de guerra.
Milagros lo seguía con la mandíbula apretada, sintiendo la presión emocional creciendo en su pecho.
Ayden, obediente, silencioso y disciplinado, caminaba un paso detrás.
Parecía un niño grande portándose bien para no provocar una explosión nuclear.
Hasta que una voz los sacudió a todos:
—¡Mi amor! —Clara apareció corriendo, el pelo volando, los ojos brillosos—. ¡Ay, Mili… por fin!
Madre e hija se abrazaron fuerte, ese abrazo que solo existe cuando hay océanos de por medio.
Pero el momento duró apenas unos segundos.
Clara abrió los ojos, vio a Ayden… y la expresión le cambió como un relámpago.
La sonrisa se derritió.
La madre protectora despertó.
—Ah… mirá quién vino. Vos, gurí cagado… —Clara lo