Capítulo — La familia y la promesa

La mesa de la casa de Isabel y Fabián estaba repleta: fuentes de pastas caseras, ensaladas frescas, el infaltable vino tinto y un flan que Isabel había preparado con todo el amor de una abuela que celebraba la vida. Afuera, el jardín se vestía de risas, con Valente corriendo en círculos alrededor del cochecito de Ayden, como si también entendiera que ese día era distinto.

—Ya no será un perro-guía —decía Isabel, con la voz temblando de alegría—. Valente se va a quedar en esta casa, siendo el guardián y compañero de Ayden.

Sofía, emocionada, le acarició la mano.

—Sí, mamá. Él ya tiene su lugar en nuestra familia. Cuando trabajemos, buscaremos quien lo saque a pasear. Pero es de Ayden. Y de todos.

El bebé dormía plácido, como si hubiera decidido ser el invitado más tranquilo en el almuerzo que lo tenía a él como centro. Cada tanto movía los labios, sonriendo en sueños, y todos lo miraban como si esa mueca confirmara que la vida ya había gan