Por Gonzalo.
Terminada la intervención de Teresa, con mi padre nos dirigimos a terapia intensiva.
Apenas llegamos, mi padre le dio un beso en la frente a Aby.
Se nota que realmente la aprecia.
Cuando él miró a Teresa, hasta me pareció que se puso mal, no suele demostrar sus emociones, eso lo aprendí de él.
Conmigo siempre fue cariñoso, me refiero con los pacientes y en ese momento, Teresa, era una paciente, pero evidentemente era más que un ama de llaves para él.
Era una amiga, una cuñada y estoy seguro que si estaban solos, se tutean y hasta charlan normalmente.
No entiendo cómo a pesar de ese trato, nunca vi a Aby.
La invité a almorzar, ella no quería, pero no tenía sentido que estuviera parada mirando las máquinas.
Noté que muchos médicos nos miraban, la mayoría me saludaban.
También la miraban a ella, es bella, estaba vestida con un ambo, rosa, sencillo y se destacaba entre todas mujeres y a la vez ese color le daba un aspecto aniñado.
Traté que se distendiera un poco, es muy amen