Al escuchar el intercambio de María y Clara, Bruno se sintió culpable. Recordó cómo todo había sido su culpa. Bruno persiguió a Clara y tomó su virginidad. La embarazó pero ahora dudaba de ella por lo del padrino.
"Qué egoísta de mi parte dudar de Clara," murmuró Bruno.
Entró e interrumpió: —Mamá tiene razón. Todo habría sido en vano si me dejaras.
Abrazó a Clara y dijo: —Lamento molestarte con mis preocupaciones, pero no te preocupes. Puedo manejar esta situación con Raquel. Clara, nos casamos este sábado. Deja de decir cosas así. Quiero criar a mi hijo. Sabes que siempre he querido ser padre.
—Lo siento, amor. Lo siento —dijo Clara mientras aún lloraba en sus brazos—. No sé qué me pasó.
—Son las hormonas del embarazo, Bruno. Nosotras, las mujeres, somos así. No te tomes a pecho lo que dijo Clara. Realmente te ama —dijo María—. Habla con ella un rato. Iré a la cocina y ayudaré a las mucamas a preparar el desayuno.
Tomó un tiempo, pero Bruno logró consolar a Clara. Desayunaron, y Bruno