Tarde para elegir.

Estupefacta Analía observó a Dylan, ya que siempre que se mostraba coqueta él la tomaba como león hambriento, pero ahora ni la miró con lujuria, sino que notó en su mirada algo distinto.

— ¡¿Qué demonios te pasa, Dylan?! —preguntó atormentada.

—Es que hay algo que necesito decirte y no sé cómo hacerlo.

—Tranquilo, puedes decirme lo que sea, sabes que soy comprensiva.

— Analía, lo que te voy a decir puede sonar injusto para ti, pero necesito ser sincero —manifestó Dylan mientras se acercaba a ella—. Te quiero mucho, eres una persona importante en mi vida, pero no puedo seguir siendo tu pareja. Me enamoré de mi esposa y no quiero perder lo que tengo con ella.

Analía se sorprendió por la confesión de Dylan y se quedó en silencio por unos segundos.

—¡Esto es una broma!, ¿cierto? —largó con ojos tan rojos que parecían inyectados con sangre.

— Quiero que sepas que siempre estaré a tu lado en los momentos más necesarios, incluso te daré dinero si lo necesitas —propuso Dylan mientras le toma
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