—No, tú no puedes ir. Estás débil y el médico me dijo que tienes que hacer reposo absoluto... Eduardo, podés contagiarte algún virus en el hospital y empeorar.
—Es mi hijo Briana ¿De qué manera quieres que no vaya?Asiento, y pronto se me ocurre una idea. Dos horas más tarde, estoy frente a una gran pileta. Había llamado a una persona, se encargaba de los partos naturales en el agua. Así que ahí estábamos, Eduardo junto a mí. La chica embarazada, en la gran piletaEn realidad el padre tenía que estar junto a ella. Pero Eduardo no podía hacer eso.—Tranquilo, Eduardo solo tienes que sostener su mano, y tienes que darles ánimo.—"Okay" —comento sin saber muy bien qué decir al parecer.—Solamente tienes que decirle que ella puede... —susurrar su oído.—Alma, tú puedes... —murmuró él, y me miró.Yo levanté el pulgar, diciéndole que estaba bien. Ella empujaba y tenía dolor, lo bueno que en la ecograf