El viento golpea mi rostro mientras la miro, pero no siento la brisa. Todo mi ser está concentrado en ella, en sus palabras que acaban de romperme por dentro: “Zaed… tuve un bebé… tu bebé. Pero… lo perdí.”
Siento que la tierra se tambalea bajo mis pies. Cada ola que rompe contra la orilla parece llevarse un pedazo de mi corazón. La culpa me consume como un fuego que no puedo apagar. Cinco años intentando construir una vida lejos de ella, perfeccionar mi carrera, conquistar mis miedos… y todo eso parece una mentira frente al dolor que he causado.
—Alya… —susurro, con la voz temblorosa y lagrimas amenazando con escaparse de mis ojos—. No tienes idea de cuánto lo lamento… de cuánto deseé estar allí para protegerte, para abrazarte, para no dejarte sola.
Ella baja la mirada, tratando de contener las lágrimas, tratando de que no vea lo rota que está. Pero lo veo. Lo siento. Cada músculo de su cuerpo grita por la mezcla de rabia, dolor y amor que todavía nos une.
—Cinco años… —susurra, con l