[ALYA]
El primer rayo de sol atraviesa las cortinas de mi despacho en la mansión, bañando la habitación con una luz cálida que apenas logra calmar el caos dentro de mí. La playa, la arena, Zaed… todo vuelve con una claridad que duele. El recuerdo de nuestra confesión, de la arena entre nuestros dedos, de su voz cerca de la mía, me atraviesa y me deja exhausta.
Estoy sentada frente a mi escritorio, los planos de un proyecto de la empresa familiar frente a mí, como si fueran una barrera entre mi corazón y la realidad. Trabajo junto a mi padre y a mi hermano Luan, y aunque disfruto de cada línea, cada diseño, cada cálculo, hoy todo parece irrelevante. Cada fibra de mi ser clama por Zaed, y al mismo tiempo, me recuerda el vacío que dejó su ausencia.
Intento concentrarme en los detalles de la maqueta frente a mí: la proporción de los edificios, la distribución del espacio, la luz entrando a los interiores. Pero cada vez que cierro los ojos, lo veo a él, lo siento a mi lado, lo escucho susu