Capítulo 35. Nadie se burla de los Provenzano
Emily
El murmullo de voces femeninas me rodea, pero apenas lo escucho. La planificadora habla con entusiasmo sobre los últimos detalles de la boda, mi madre asiente, satisfecha con los preparativos para la fiesta, y me lanza esa mirada de advertencia que siempre me dedica cuando sabe que no estoy poniendo atención. Pero, aunque quisiera no podría hacerlo. Mi mente no está en los manteles, ni en las flores, ni en la música que sonará cuando camine hacia el altar. Está en Angelo. En sus manos, en su voz, en la manera en que me mira cuando estoy entre sus brazos, como si yo fuera lo único que importa en su mundo.
La culpa me consume al saber que estamos traicionando a Leonardo. Cada instante que paso con Angelo es un recordatorio de que estoy cruzando una línea que no debería cruzar.
«Esto tiene que terminar», me repito. Sé que en algún momento tendremos que olvidar lo que sentimos el uno por el otro, pues no podemos seguir viviendo entre dos fuegos. Pero al mismo tiempo, me resulta imp