A la mañana siguiente, Sandra encontró una carta, esos días se quedaba a dormir en la mansión y en el día estaba con Lucas en la cabaña.
—Antón, hijo, Cristina se ha marchado.
—¿A dónde se ha ido?
—No lo sé, me ha dejado una carta, aquí no dice a dónde se ha ido, no desea que sus padres y Lucas la encuentren, todo por esa necesidad que tienen de querer casarla.
—No te preocupes, abuela, se ha ido por voluntad propia, tiene derecho a hacer su vida como le plazca, ya está lo suficientemente grande para hacerlo.
Sandra recordó en ese momento que Antón antes de perder la memoria siempre consentía a Cristina, más bien parecía que él era su hermano y no Lucas con el que siempre se peleaba.
—¿Aún no recuerdas tu pasado junto a tu prima?
—Siendo sincero, de eso no recuerdo nada.
—Has consentido mucho a Cristina desde pequeña, todo el tiempo fueron muy unidos, se tapaban sus fechorías uno a otro, a pesar de ser más joven que tú, se entendieron perfectamente, se convirtieron en confidentes.
—Si