2 de diciembre. En la mañana.
Camino al resort de los Hale. Breckenridge.
Mackenzie Hale
Cierro la puerta del baño con más fuerza de la necesaria y me quedo quieta, respirando hondo, como si pudiera expulsar con el aire todo lo que acabo de sentir. Pero no funciona, nunca funciona, y este maldito encuentro me ha hecho perder el control que tanto me ha costado mantener.
Apoyo las manos sobre el lavabo y dejo caer la cabeza entre los hombros. El vapor me envuelve, es caliente, denso y sofocante, pero no es eso lo que me pesa, soy yo.
Yo, intentando sostener algo que se me cae entre los dedos cada vez que él me mira como si aún le perteneciera, cómo si todo fuera igual que antes.
«¿Acaso no lo nota? ¿Es demasiado ciego o demasiado cínico? No lo sé…».
Abro el grifo y dejo correr el agua que sale fría. En otro momento odiaría tocar este tipo de agua, pero justo ahora la necesito para aclarar mi mente, después de lo que acaba de pasar.
Me salpico la cara para despejarme, pero lo único que