Cuando llegamos a la mansión, mis nervios eran claramente visibles, tanto era mi poco disimulo que las miradas de Ezequiel no se hicieron de esperar, intente disimular, pero mis ojos estaban puestos en la ventanilla del coche buscando a Goro.
—¿Se puede saber qué diablos te pasa?
—Yo creo que debiéramos pasar por el hospital para que te hagan un chequeo —alzo una de sus cejas e indico.
—Desde cuando te he pedido que opines sobre el tema de mi salud, la mujer que me ha dejado en esta situación —Con una expresión de culpa agazapé mi mirada.
—Que sea la última vez que hablas de mi salud conmigo, y mucho menos con alguien más —tomo mi rostro y al mirarnos a los ojos soltó.
—Porque si me entero de que me vuelves a traicionarme por la espalda, voy a hacer de tu vida un completo infierno.
—Te pagaré, Ezequiel…. Ahora que sé que tu salud está tan mal por mi culpa —murmure mirándole a los ojos, guardo silencio.
—No sé si me podrás pagar nunca —increpo con rabia soltando mi rostro para salir de