Capítulo 7

Hibrand estaba dando vueltas sin rumbo fijo, mientras pensaba en la m****a en que se había convertido su vida, en el comportamiento de Heleen, sabía que el hecho de que esté en una silla de ruedas no justificaba su actitud, no tenía iniciativa de nada, no hacía nada con su vida, todo el rato se lo pasaba culpándolo a él de su desgracia, y ya estaba cansado, agotado, ya no le quedaba nada que dar, ella se lo había quitado todo, no tenía ni amor, ni odio, ni rencor, ella lo ha dejado vacío, agotado.

Sin darse cuenta llegó a las inmediaciones del barrio rojo, tenía siglos que no visitaba  esos lugares de noche. Antes de casarse se dejó caer alguna que otra noche, solo a mirar y caminar, porque nunca le hizo falta ir en busca de sexo, ese lo tenía donde quisiera, así que al barrio nunca había ido  en busca de nada. Esa noche  solo quería caminar y perderse por la sincronía y la simultaneidad de aquellos callejones.

Entró a un aparcamiento ubicado en la Oudezijds Achterburg  Centrum, aparcó su coche y se dirigió a la salida que daba directo a la calle Bloedstraat Centrum, una de la más concurridas, se metió las manos dentro del chaquetón para resguardarlas del frío, caminó sin un destino fijo, por un rato solo daba vueltas sin sentido, quería confundirse con la gente, imaginar que era uno más, que nadie lo esperaba en casa y que su vida no era la porquería que era. Quería sentirse diferente, soñar que su vida podía cambiar.

 Levantó la cabeza y de repente la vio. No se dio cuenta de que se había quedado de pie  en medio de la calle, no se dio cuenta de que el cúmulo de personas tropezaba con él. No se dio cuenta de que algunos lo empujaban, otros le daban pisotones. Solo  se dio cuenta  de que unos ojos azules también lo miraban y que quizás el mundo haya dejado de girar. No sentía nada de lo que pasaba a su alrededor, no sentía  el tiempo, el frío, solo sentía que sus ojos se habían  quedados estancados, estáticos en una chica que estaba exponiéndose detrás de un vitral.

Ivana también se quedó viéndolo, podía ser que la calle estuviera llena de turistas que transitaban y hablaran de ellas, podía haber miles de versiones, quizás unas fueran verdad, otras fueran solo un bulo, pero ella se había quedado  mirando unos ojos azules, casi grises  que también la miraban. No sabía por cuánto tiempo se quedaron mirando, quizás hayan sido minutos, segundos, o… de repente el hombre que la observaba había desaparecido, ya no estaba en medio de la calle mirando su vitral. Ivana se acercó al cristal a ver si lograba verlo una vez más, pero no podía hacerlo con tantas personas caminando era imposible ver algo más allá del vitral. Era una lástima sabía que era muy probable que  nunca lo volviera a ver.

Hibrand, siguió caminando, salió despavorido de ese sitio delante de  ese vitral, esa chica lo estaba mirando… o era él que la estaba mirando, ya no lo sabía, solo sabía que se perdió en esa mirada, que no le importaría ver esa mirada de nuevo y que le hiciera olvidar  su amarga vida, quizás estuviera equivocado, pero los ojos de esa chica pedían ayuda, o quizás era lo que él quería ver, ya no lo sabía. Decidió seguir caminando, hacía mucho frío, todo el mundo iba abrigado, la temperatura debía estar por debajo de los ocho grados, pero él no lo sentía, de repente solo quería volver atrás y ver esa chica detrás del vitral.

 — ¡Que carajos! —susurró dando la vuelta, solo quería verla una vez más. Cuando estaba  de nuevo frente al vitral se alegró de que no haya  entrado ningún cliente, aparte de las luces rojas y la cortinilla levantada estaba ella, que estuviera ocupada podría ser una posibilidad, para eso estaba ahí vendiendo su cuerpo, pero había tenido suerte y la chica seguía en el mismo lugar, solo que ahora su mirada estaba en la pantalla de un móvil que tenía en las manos.

Hibrand no sabía que le estaba pasando, no sabía si había sido la mirada de la chica, el tiempo que tenía de no tener sexo, solo aliviándose con sus manos, no sabía nada, tampoco lo quería indagar, de repente  miró para todos lados a ver si alguien lo reconocía, pero no, allí todo el mundo pasaba de él. Sin pensarlo entró y cerró la cortinilla, lo había hecho tan rápido que la chica  reaccionó cuando ya las cortinas estaban bajadas, lo que significaba que ella ya no estaba disponible.

Se quedó observándola  mejor, era una mujer hermosa, tenía una piel que parecía porcelana, un cutis magnífico, digno de ser adorado solo con besos, el pelo lo llevaba a la altura del hombro, pero con un corte moderno que le suavizan más los rasgos de la cara.

— ¿Qué? ¿Me apruebas como ganado? —preguntó ella sorprendida, no se esperaba que el Dios de ojos azules casi grises entrara en su vitral. Estaba nerviosa, porque había visto cómo ese hombre la repasaba de arriba abajo. No sabía por qué le había hablado así, después de todo era un cliente, el primero que había tenido ella.

— Soy un cliente, y a un cliente no debes hablarle así — contestó él coincidiendo con el pensamiento de ella. 

— Y el cliente siempre tiene la razón — completo Ivana mirándolo con socarronería.

— ¿Podemos pasar al siguiente paso y ahorrarnos lo del cliente, la razón y toda esa m****a? — preguntó Hibrand mirándola, de solo mirarla ya la tenía dura, y como ya estaba dentro y ella era suya por el tiempo que él dispusiera, no quería perderlo hablando tonterías.

—Ya estás tardando —respondió Ivana. Luego se preguntará de dónde sacó valor para responderle así, bueno… si lo sabe, de la percha, del semental, de un varón que no se ve todos los días.

Se dirigió a la habitación contigua, Hibrand  la siguió sin antes echar un vistazo a todo lo que había allí, no le sorprendió nada, eran los artefactos que acompañaban su trabajo, él era neerlandés, todo eso siempre lo ha visto natural y con su mujer había llegado a usar algunas cosas. Aunque en ese momento todo aquello le parecía tan lejano.

—Deja toda esa m****a que tienes ahí no nos hará falta nada, solo quiero que me la chupes y metértela —informó sin remilgos. No tenía sentido rebuscar las palabras, ahí solo se iba a una cosa. Ivana se quedó mirándolo y asintió, ese hombre de quien no sabía su nombre había venido a por sexo y ella se lo daría, de eso estaba segura.

Sin preguntar, ni nada, empezó a desabrocharle el vaquero, el hombre calzaba unas zapatillas de la marca converse, ella le hizo señas para que se las quitara, y así poder  sacar el vaquero, no le pidió que se quitara  la camiseta, con el vaquero ya era suficiente. El abrigo  lo había dejado encima de la banqueta cuando había entrado. Se quedó mirando su pene, y de repente sintió que tenía la boca hecha aguas «céntrate, Ivana, esto es un trabajo, descubre lo que puede hacerle a esa hermosura con la boca», dirigió su mano hasta su erección, la dejó quieta por unos segundos, solo sintiéndola.

— ¿Qué? ¿Te vas a quedar con la mano en ella toda la noche? pareces una novata joder—refunfuño extrañado, a lo que ella solo respondió masturbándolo y mirándolo a la cara. Estaba arrobada viendo cómo cambiaba la cara de aquel hombre. No era la primera vez que Ivana tenía un pene en sus manos, pero se sentía extraña, ese hombre era el dueño de uno de los pocos penes que había tenido el gusto de menear, por ello quería hacerlo bien, el cliente pagaba, tenía un miembro digno de ser meneado entonces era mejor que lo hiciera bien.

Hibrand estaba de pie, ella sentada en la cama, la boca de ella quedaba justo delante de su pene, tenía unas ganas locas de decirle que se la meta ya, pero sentir su mano sobre ella era como una catarsis, no sabía si se la meterá con o sin preservativos, dejará que  sea fuera quien decida, él solo rogará que sea sin preservativos, de solo pensar en tener esos labios sobre su polla se quería derramar. Observó cómo ella seguía meneando su pene, con presteza, sin prisa subiendo y bajando su mano por toda su longitud y apretando un poco cuando llegaba al glande. Definitivamente esa chica sabía cómo hacer que un hombre perdiera el control. Hibrand sentía que  se le aflojaban las rodillas, pero de allí no se movería hasta ver qué más era capaz de hacerle a su polla.

— ¡Joder, más rápido!  —murmuró Hibrand ofuscado.

Ivana hace caso y en un ataque de locura se la metió entera en la boca, al principio le costó, ese hombre tenía unos cuantos centímetros, unas veces chupaba, otras lo acariciaba con la lengua mientras lo seguía masturbando. Su mano siguió aquel ritmo desenfrenado en su polla, compaginándolo con su boca, así se mantuvo por unos minutos hasta que Hibrand muerto de deseo, pensó que quizá solo sea una mera mamada/masturbación, pero lo que estaba sintiendo era alucinante. Esa mujer tocaba su polla con mimos. A lo mejor estuviera  equivocando en  pensarlo, porque él era el cliente era quien  pagaba para que le hagan lo que él pidiera, quizás ahí era donde estaba la diferencia.

A Ivana se le había olvidado que ese hombre era un cliente que había venido solo por sexo ¿los motivos? ve tú a saber, podían ser muy variados, pero había sentido que lo que le estaba haciendo sentir tenía que ver con todo, menos con dinero, por un momento había olvidado que ella era una p**a que se buscaba la vida detrás de un vitral, que él era un cliente, que como bien había sido ella, pudo haber sido Malenka u otra. Él solo quería unas cuantas caricias y sexo, pagaría para eso, pues bien, ella se lo dará, después de todo no le suponía ningún problema porque el hombre estaba buenísimo.

— ¡Mierda! —gritó asustado, estaba a punto de derramarse como un crío, en la boca de una p**a que se buscaba la vida detrás de un vitral, pero a pesar de que podía hacerlo, no quería, quería follarla, a eso había venido, quería probar ese culo estrecho y ver cómo encajaba su polla en él. La instó a que se colocara a cuatro patas encima de la cama, se puso un preservativo y sin preliminares ni nada, se colocó detrás y se la metió hasta el fondo, y otra vez volvió a pensar que quizás era el tiempo que tenía sin tener su pene dentro de ninguna mujer, pero era la sensación más alucinante de su p**a vida, sentir como esa chica lo apretaba. La sostuvo por los glúteos y la folló fuerte, así se mantuvo por un rato, en un mete y saca.

Ivana, cuando sintió aquel miembro dentro de ella  jadeó y arqueó las caderas buscando más, estaba disfrutando, quizás no le estuviera permitido hacerlo, «eso se lo tendrá que preguntar a Malenka» pero a ella  ese baile y esa sensación no se la quitaba nadie, quizás se convirtiera en un grato recuerdo para cuando estuviera con otro que no coja tan bien.

—Por favor más…. —pidió Ivana, luego se arrepintió, pero ya no podía arreglarlo, por un momento le dio miedo, pensaba que se derramaría primero que él y eso era algo visceral donde quien pagaba era otro.

Hibrand la escuchó pidiendo más, pensó en darle lo que pedía, por algún motivo también quería complacerla, aunque fuera sexo comprado, nunca le había gustado recibir sin dar nada, ella también tendrá lo que él había venido a buscar. Dejó de tener ese razonamiento cuando ella metió sus manos por debajo y le agarró los huevos, se los acunó con pasión, pero a la vez con ternura.

— ¡Joder! me voy… —fue lo único que dijo, para luego quedarse lánguido, como si por su cuerpo haya pasado un huracán. Ivana cerró los ojos cuando sintió que también se estaba derramando, fue un orgasmo silencioso, no quería que el hombre se diera cuenta de que ella había disfrutado igual o más que él. Hibrand salió de ella, se deshizo del preservativo, se limpió un poco y se subió de nuevo el vaquero. La p**a salió por una puerta que debía ser el baño, se sacó su billetera, dejo encima de la cama quinientos euros y salió despavorido, no venía al caso despedirse solo había sido una p**a que se había follado en un vitral del barrio rojo de Ámsterdam, una p**a sin nombre, porque no había necesidad de saberlo.

Cuando Ivana salió del baño, no se sorprendió de que su inusual cliente se hubiera ido, tampoco le sorprendió no saber su nombre, pero sí que le haya dejado quinientos euros, el tiempo que había estado había sido menos de media hora o así, el precio de ese tiempo  y lo que habían  hecho oscilaría en unos ciento veinte  euros, pero él le había dejado más.

Ivana no se esperaba que su primer cliente le pagaría eso, por lo que decidió volver a casa ya tenía para pagar el vitral, comprar comida y  pagar la habitación, no tenía sentido quedarse a esperar más clientes, además que después de lo que acababa de vivir, no quería tener sexo con nadie más, al menos por esa noche. Lo que ella le acababa de hacer a ese hombre no había sido por dinero, de hecho, mientras lo estaba haciendo en lo que menos pensó fue en el dinero, un error que acababa de cometer, porque ella estaba ahí para ganar dinero, ese era su trabajo.

Decidió dejar la cortinilla bajada, se sentó en la banqueta y miró para el vitral de Malenka, las cortinillas también estaban cerradas, indicio de que estaba ocupada, pero no tenía prisa, decidió esperar a que terminara para decirle que se iba a casa.

— ¿Pero que tú haces con las cortinillas bajadas alma cándida? — preguntó Malenka después de despachar a su cliente.

— Esta noche ya no trabajo más — respondió Ivana mirando la reacción de Malenka.

— ¿Y eso? ¿Te has sacado la lotería o qué?

— No, solo he tenido un  cliente en toda la noche

— Pues no sé qué vas a hacer, yo he tenido dos de quince minutos, así que has cuenta lo que me he ganado.

— El cliente que he tenido me ha dejado quinientos euros.

— Ya, y yo soy la madre Teresa de Calcuta — respondió Malenka con burla —. Es imposible que un cliente deje quinientos euros, eso solo se ve en los culebrones, cuando la prota hace el papel de p**a y el prota tiene mucho dinero, pero no en la vida real y nosotras somos reales.

— En serio Malenka, ¡míralos! — dijo ensañando el fajo de billetes todos de cincuenta.

— En ese caso me vas a tener que enseñar que le has hecho samaritana, porque yo tengo aquí más de cinco años y nunca me han  pagado más del precio estipulado — expuso Malenka mirando los billetes sin dar crédito.

— Solo se la he chupado y luego…

— Ya, no me cuentes cómo le hacías ve tú a saber  que, al falo de un hombre  en tu primera noche.

— Malenka, ese hombre estaba buenísimo, te juro que en ningún momento me acordé de que estaba haciendo un trabajo, ¿seré p**a de nacimiento?

— ¡Hay que joderse! solo te digo que tengas cuidado, no sé quién haya sido, pero para pagar eso tendrá que ser alguien de la mafia siciliana o  la Gomorra esa.

— La Camorra, Malenka.

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