Capítulo 4

Los campos de tulipanes de Brouwer Holanda estaban ubicados al sudeste de Ámsterdam, específicamente en Haarlem, era donde mejor se daban las condiciones de todo Ámsterdam por la combinación de arenas y tierra arcillosa. Hibrand se  levantó temprano y se fue  directamente al campo. Estábamos en el mes de abril  y era cuando  los bulbos empezaban a florecer, era todo un espectáculo, se podían ver campos y campos de tulipanes de diferentes colores. A Hibrand  le gustaba ver personalmente sus campos, y como solo tardaba treinta minutos de Ámsterdam a Haarlem lo hacía todos los días muy temprano, la cosecha ya la tenía vendida a los inversores con los que firmó el contrato el año pasado.

Si por él fuera, se quedaba allí todo el día disfrutando de ese espectáculo, porque ver sus campos llenos de tanto colorido le hacía soñar despierto y no pensar en la m****a en que se había convertido su vida, por eso salió de su casa muy temprano, lo hizo para no encontrarse con su mujer y tener que escuchar sus acusaciones e insultos como hace cada vez que lo tiene cerca.

Muchas veces pensaba que lo odiaba, porque no entendía cómo había podido ensañarse tanto con él, podían haber tenido una vida diferente, una vida plena, llena de amor, de promesas, pero no, ella decidió vivirla de otra manera y  ambos eran el resultado de  su obsesión. En todo ese año  intentó que ella saliera adelante, que fuera a terapia con algún psicólogo y  que se pusiera en manos de un  fisioterapeuta, pero nunca ha querido, ella era feliz martirizando la vida de las personas que estaban a su alrededor. Mientras estaba en sus pensamientos sonó su teléfono, lo sacó del bolsillo de su vaquero y se quedó mirando la pantalla.

—Señor, debe venir enseguida. –Pidió Drika, la enfermera de Heleen.

— ¿Qué ha pasado Drika? estoy en las plantaciones.

—Es su mujer señor, creo que se ha tomado un frasco de pastilla.

— ¡No me jodas Drika! ¿Tú dónde estabas? —preguntó Hibrand asustado.

—Fuí un momento a la cocina, pero el frasco estaba en su mesita, son las que se tiene que tomar a esta hora, cuando fuí a dárselas ya estaba vacío. Estamos en el hospital.

—Voy para allá —respondió Hibrand desorientado.

Se montó en su todoterreno y salió  para el hospital, tampoco iba deprisa, porque nunca ha corrido mucho y después del accidente menos, además ya Heleen estaba con los médicos, él no podía hacer nada. Llamo a Licelot por el altavoz del coche.

—Ya me he enterado, iba a llamarte ahora mismo —fue lo primero que le dijo ella respondiendo la llamada —. Drika, llamó aquí preguntando por ti y me lo acaba de contar.

—No sé qué hacer Licelot, estoy cansado, Heleen no está bien, ha perdido el juicio y quiere que yo también lo pierda.

—Creo que solo lo hace para llamar la atención y hacerse la mártir, quiere hacerte sentir culpable —respondió Licelot.

—Eso ya lo hace desde el accidente, según ella yo soy el único culpable de su desgracia y te juro que, si haciéndome sentir culpable detiene toda esta m****a, lo asumiré, seré el culpable de desgraciarle la vida, pero sé que no parará, ella no se detendrá hasta verme caído.

—Te veo en el hospital, salgo para allá.

— ¡Gracias! Te voy a necesitar, pero antes ordena una compra de mil botes de peróxido de hidrógeno, hace falta en las plantaciones.

—De acuerdo, me pongo a ello y luego te alcanzo en el hospital —finalizó Licelot la conversación. Quería  estar con él, sabía lo mal que lo estaba pasando, estaba casi segura de que Heleen no se tomó todas las pastilla, solo lo hizo para asustarlo, porque sabía el tipo de persona que era Hibrand y ella estaba abusando de eso. Siempre ha sido una zorra, ahora que piensa que lo puede presionar por el accidente, mucho más.

Un año atrás su amigo y jefe era un hombre alegre, con los problemas habituales, pero alegre, un hombre que a todo le sacaba una broma, ya no, después de la obsesión de ella por tener un hijo lo convirtió en un hombre apagado, que solo vivía para el trabajo, un hombre que lo tenía  todo, pero que en realidad es un ser solitario, nada le hacía ilusión, un hombre que vivia  un infierno con una mujer que se aprovechaba  que se quedó paralítica cuando él iba conduciendo. Lo que pasó en ese coche esa noche solo ellos dos lo sabían, pero ella le creía a su amigo, le creía cuando le decía que Heleen le quitó el volante y se produjo el accidente, porque la cree capaz de eso y más.

Hibrand llego al hospital cuando a  Heleen la tenían, en una sala, pero él prefería hablar con el doctor, quería saber primero las condiciones de su mujer, tampoco estaba seguro de querer verla, si todo ha sido para llamar la atención no quería verla, lo tenía claro.

—Doctor, buenos días, soy Hibrand…

—Lo sé Hibrand ¡buenos días! la enfermera dice que el frasco de pastilla estaba casi lleno, pero le hemos hecho un lavado en el estómago y no hemos encontrado nada.

 — ¿Entonces, usted cree que…?

—Yo no creo nada, pero por si acaso la vamos a dejar  ingresada y le sugiero por undécima vez que su mujer necesita ayuda profesional, ella tiene que aceptar lo que le ha pasado, hasta que no lo acepte y lo asuma seguirá llamando la atención.

—No sé qué hacer doctor, ya no sé de qué manera decirle que necesita ayuda.

—No quiero pensar lo que usted está viviendo.

Cuando se está en estas condiciones los pacientes piensan que todo el mundo es culpable de su desgracia.

—Así es doctor, ella cree que el mundo entero está en su contra.

—Bueno, recuerde lo que le he dicho. ya puede pasar a verla —dijo el galeno despidiendo a Hibrand, quien no tenía intención de pasar a ver a su mujer, pero con lo que el doctor le acababa de decir, lo hará, entrará a esa habitación a ver qué le dice ella.

— ¡Buenos días! —saludó más por Drika, que estaba sentada en una silla delante de la cama, que por su mujer.

—Drika ya te puedes ir, Hibrand se quedará a cuidarme —Drika se levantó de la silla con intención de salir, pero Hibrand la detuvo por el hombro.

—Espera Drika, no te puedes ir, yo no me puedo quedar, tengo que trabajar.

—Pero Hibrand, eres mi marido  —lo encaró ella con tono petulante.

— ¿A sí? ¿Ahora soy tu marido? pensaba que seguía siendo el que te dejó en la silla de ruedas y quién mató a nuestro hijo —alegó él mirándola desde los pies de la cama, no se  acercó hasta donde estaba ella.

–No empieces a recordar…

— ¿Sabes que Heleen? tu problema es pensar que  por estar en esa silla y  hacer creer que te atiborras de pastilla, puedes seguir manipulándome a tu antojo, pero yo me estoy cansando de todo esto, asume lo que te ha pasado y no seas tan cobarde, enfréntate a ello, da la cara y no te esconda culpando a los demás.

—Eres un maldito hijo de p**a que no tienes corazón, tendría que haber sido tú el paralítico, no yo.

—Lo mejor de todo esto, es que no me sorprende que me lo digas —aceptó Hibrand cansado —. Pero no te preocupes, yo también lo he deseado, quizás si hubiese sido yo mi vida no sería tan asquerosamente asquerosa —con esas palabras salió de la habitación. Cuando estaba en el pasillo lo estaba esperando Licelot, lo agradeció necesita un hombro en el cual llorar y sacar todo lo que le ahogaba.

—No he querido entrar, de sobra sé que no sería bien recibida.

—Hiciste bien y no te has equivocado, el médico cree que no se tomó ninguna de las pastillas.

—Lo sabía, solo lo ha hecho para que te sigas sintiendo como una m****a.

—Lo que ella no sabe es que hace tiempo que me siento así, que no tiene que hacer nada, que soy la peor m****a que pueda existir.

—No es así Hibrand, no hagas que me arrepienta de creer que tengo el mejor amigo que se puede tener, eres un tío de los que ya no existen, otro en tu lugar hubiese actuado diferente.

—Lo sé, pero ni eso le vale, ella quiere mi sangre, quiere hasta la última gota que pasa por mis venas, quiere destruirme psicológicamente.

—Pero no lo logrará, yo sé que no lo hará.

—Gracias por creer en mí, ahora vámonos a trabajar.

 — ¿Te vas? —inquiere Licelot mirándolo sorprendida.

—Sí, aquí no hago nada, Drika está dentro ¡a ver cuánto aguanta!

—Pobre Drika —murmuró Licelot. Salieron del hospital dirección a la empresa, había mucho trabajo que hacer, lo único bueno de todo  es que esa noche llegará a su casa y nadie lo esperará con gritos, con acusaciones y eso será lo mejor de todo ese puto  día.

—Hibrand  tienes que intentar darle un giro a tu vida, no te digo que la dejes, sé que en esas condiciones nunca lo haría, pero tú no puedes vivir así, eso no es  vida —Licelot estaba  sentada en una silla frente a él  en su oficina, estaba preocupada y con las manos atadas, sabía que su amigo sufría, pero no estaba en sus manos hacer algo, la decisión de buscar un poquito de felicidad era solo suya.

— ¿Crees que no me digo lo mismo, noche, tras noche, día, tras día? ¿Sabes cuánto hace que no estoy con una mujer? más de un año, sé que, si la busco la encuentro, pero es que tampoco me apetece, estoy cansado, hastiado y no sé qué m****a más, además soy un hombre casado Licelot.

—Hibrand necesitas darte cuenta de que casado o  no, eres hombre, eres guapísimo, cualquier chica se enamoraría de ti, «creo que la única excepción sería yo» —recuerda con guasa. Tampoco tienes que tener un compromiso con nadie, solo se trata de darle gusto a tu cuerpo.

—Lo sé, pero ya tengo demasiados problemas con Heleen y te juro que otro más me volvería loco —en otro tono continúa —. Ya está bien de contarte mis miserias, dime como va con ese que te estás acostando.

—Ese con el que me estoy acostando, cuando puedo, o mejor aun cuando el cabrón de mi jefe me da un poco de tregua  se llama Jelle, y como tú bien has dicho solo nos acostamos, así que no busque una quinta pata donde solo hay cuatro.

—Aprovecha mientras puedas, o mejor aun cuando el cabrón de tu jefe te deje —manifestó Hibrand con burla contenida. En realidad, quería que su amiga fuera feliz, ya que su felicidad hacía tiempo que se quedó en unos intentos de embarazo y en una p**a calle de Ámsterdam la noche del accidente.

—Hibrand, Heleen no cambiará y pienso que esto cada día va a ir a más, perdóname por pensar así, quizás estoy siendo fatalista, pero es lo que pienso, a medida que se vaya amargando más pagará contigo, porque será quien más cerca de ella esté —ella se quedó mirándolo seria, él sabía que siempre había dicho lo que pensaba  con respeto a Heleen, y su forma de pensar no cambiará porque esté en una silla de ruedas.

—Muchas veces intento ponerme en su lugar e intento comprenderla, pero por más que lo intento sé que yo no actuaría así, que estaría luchando para salir adelante y levantarme de esa silla, sin buscar culpables, sin hacer daños a terceros.

Ahí es donde radica la diferencia Hibrand, ahí es donde debes buscar el darle un sentido a tu vida —gesticuló Licelot con pasión, con intentos de convencerlo para que hiciera algo y ya no siguiera viviendo así, le dolía ver como se apagaba su amigo cada día.

—Por más intentos que haga de dar ese giro siempre vuelvo al inicio Licelot, es mi esposa, está en una silla de ruedas, yo siempre voy a estar, mientras ella me necesite ahí estaré, se lo debo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo