CAPÍTULO 2
"FUERA DE CONTROL"
Entonces entré al aula y comencé a dar mi clase. Mientras pedía a mis alumnos que hicieran las actividades, estaba sentada detrás del escritorio y no podía parar de pensar en las palabras de Raquel, tratando de darle sentido a mi sueño. Se me cruzaban las imágenes de su mirada conjugada con la fantasía que tuve con él, mientras tenía la punta de una lapicera entre mis labios. Mirando a la nada, pensando en todo. Hasta que fui interrumpida por una alumna.
Al volver a casa, me recosté en el sillón y continuaba reflexionando en lo que me dijo mi amiga. ¿Será cierto? No lo conocía lo suficiente para saber cómo era con las mujeres que le gustaban. No sabía cuál era la forma más discreta de saberlo, pues nuestro ámbito en común era profesional. De pronto, se me ocurrió una idea que nunca falla. Compartí la siguiente frase en una historia: “Quédate con quien se quede mirándote, aun cuando cierres los ojos.”
Para mi grata sorpresa, fue uno de los primeros en verla. Pero, pasaron tres minutos y me di cuenta de que perdí las chances de que respondiera. El pez no mordió el anzuelo, pensé. Me sentí un poco ridícula al creer que me iba a responder e iba a ser el inicio de un romance. Cené, y fui a dormirme desilusionada a la cama.
Al día siguiente, me encontré con Marcos saliendo del buffet.
Una vez más, me quedé pensando qué significaban aquellas palabras. Quizá le estaba buscando sentido en vano. Pero ¿Y si había sido una indirecta? Me dejó pensando. En mi terapia varias veces hablamos de que la mente busca encontrarle un sentido a las situaciones que se nos presentan. Y si no lo encontramos, le inventa uno. Esto es frecuente con los recuerdos, que no siempre coinciden con lo vivido realmente y para ello, se agregan involuntariamente elementos que le otorgan un sentido.
Un ejemplo de esto, es cuando tenía ocho años y entraron dos sujetos a robar a mi casa, que fui la primera en advertirles a mis padres y cuando fueron a verlos se escaparon en moto. A cinco cuadras fueron capturados y a los tres meses nos citaron a declarar. Lo interesante fue que cuando me preguntaban cómo estaban vestidos, les dije que uno tenía una gorra de un equipo de fútbol. Pero no recordaba si de River o Boca ¿Cómo podía ser, si los colores de ambos son tan distintos? Y es que la memoria retuvo la información más superficial: Se trataba de un accesorio adornado con el escudo de un famoso equipo de fútbol. Aunque en ese momento haya visto de cuál se trataba, no volví a evocar el momento repetidamente como para retener más detalles. La misma sorpresa me llevé cuando dije que escaparon en moto, y los demás testigos habían declarado que huyeron en bicicleta. Mi memoria me trajo un medio de transporte de dos ruedas, pero con motor. ¿Tan mal se puede recordar algo?
Me encontré con Raquel subiendo al primer piso y quedamos en salir a tomar algo esa noche. Invitó a su novio Víctor y a Marcos le envió un mensaje. Aceptó, y fuimos los cuatro a un bar.
Fui vestida con una camisa roja y jean azul oscuro. Al llegar no vi a nadie, era la primera y me ubiqué en mesa para cuatro. Por mientas miré la carta y me pedí una pinta de cerveza artesanal IPA. Di un par de tragos, y luego de cinco minutos llegó Marcos, vestido con camisa azul y pantalón de vestir negro. Traía un perfume exquisito, que se podría olfatear a media cuadra. Se sentó al frente mío.
Mientras esperábamos que traigan su pinta, conversamos un poco.
Se ubicaron en sus lugares, Raquel al lado mío y Víctor, en frente. Tomaron la carta y pidieron.
Pasamos el resto de la noche charlando, pinta tras otra. Al momento de irnos se retiraron primero Raquel y su pareja. Marcos me acompañó a buscar mi auto, que para mí sorpresa, no arrancaba.
Al principio era todo silencio, hasta que Marcos rompió el hielo.
Llegamos a mi querido hogar. Me bajé con tan mala suerte que tropecé con el cordón de la calle y caí. Marcos largó una carcajada, pero se bajó de inmediato para ver si estaba bien.
Perdón, perdón. Estoy partido. A ver, déjame que te mire bien – Lo miré de reojo, me parecía fuera de lo normal ¿Qué quería ver? ¿El estúpido raspón? Igual accedí y me acerqué.
Me observó detenidamente la rodilla derecha unos segundos, me tocó alrededor, y luego fue cuando se salió todo de control.