Eva se la había pasado en el hospital toda la noche, ella quería estar al pendiente de Sara, aunque siendo sincera, aún tenía varios asuntos inconclusos que no la dejaban tranquila.
Entre ellos, las palabras de Alejandro, quien le había dicho que la enfermedad de Sara no era algo normal y que eso ya lo había visto antes.
No sabía cómo tomar aquello o cómo reaccionar ante esas delicadas declaraciones.
- Señorita Díaz, debería ir a casa a descansar… Si algo sucede, se le informará inmediatamente. – dijo una de las enfermeras que entró en la habitación donde estaba Eva esperando.
- Es solo que no quiero irme, que tal sí despierta y no me ve, no, no quiero que ella se sienta sola o se preocupe. – dijo Eva con un poco de preocupación en la voz.
- ¡Está bien! Pues entonces, debería tratar de ir a descansar, si usted se enferma, ¿quién cuidará de su amiga? Enferma, no le será de ayuda, además, el señor Mendoza dejó instrucciones muy claras, todos debemos estar al pendiente de su amiga. – dijo