— ¿Oliver Cayetano, verdad? — Un hombre se acercó, extendiendo la mano en señal de saludo.
— Soy el doctor Tasio Duarte, mi secretaria me dijo que usted ya había llegado, así que vine lo más rápido posible.
— Oh, sí. Mucho gusto en conocerlo, disculpe por llegar tan temprano, es que estoy un poco ansioso.
— Sé cómo se siente, Oliver. Si quiere, ya podemos pasar a mi despacho.
— Claro, vamos.
Mientras lo acompañaba, el médico preguntó:
— ¿Iba a entrar a la cocina? ¿Quería beber algo?
— Bebería algo solo para pasar el tiempo.
— No se preocupe, pediré que nos traigan algo. — Pasamos por recepción y el médico habló con la secretaria. — Rafaela, por favor, tráenos un café para mí y para el señor Oliver.
— Prefiero agua, gracias.
— ¿Y su acompañante quiere algo? — Se refería a Denise.
— No, gracias, estoy bien — respondió Denise.
Entramos al despacho del doctor Tasio. Él era un hombre muy educado y joven, debía tener casi mi edad. Muy diferente de lo que imaginaba.
— Por favor, siéntense. E