Al notar que la idea de la mujer era absurda y que a Denise no le agradaría, Saulo la descartó de inmediato.
— Lo siento, Arya, es un paseo de pareja — dijo en un tono educado.
— Ay, no seas grosero, Saulo. Arya es tu amiga de la infancia, no los va a molestar, además, puede mostrarte algunos lugares actualizados, ya que hace tanto tiempo que no vienes a Londres — insistía Betty.
— Denise, no te importa, ¿verdad? — preguntó Arya con cara de perrito abandonado.
Sabía que la prometida de su amigo no se opondría.
— Saulo decide — respondió. — Voy a buscar mi bolso, lo olvidé arriba cuando bajé a desayunar.
Denise subió las escaleras temblando de rabia. Estaba mordiéndose la lengua y hacía todo lo posible por no sonar grosera. Quería dar la mejor impresión posible; al fin y al cabo, aún era el segundo día en el país y no podía perder la compostura ante los primeros ataques.
Al bajar, notó que Saulo y Arya ya no estaban en la sala.
— Ya se fueron al coche — dijo su suegra, que estaba sent