El sábado había llegado, y con él, el movimiento en la casa comenzó desde temprano. Denise aún dormía. Claro, Saulo no le había dado tregua la noche anterior, después de decidir que la mejor forma de liberar el estrés era en la cama, lo que la dejó prácticamente desmayada.
Saulo, en cambio, se había levantado temprano y enseguida fue a buscar a su madre. La encontró sentada en el jardín, tomando té y leyendo un libro, hasta que él se acercó.
—Buenos días, mamá — besó su mejilla. — ¿Qué significa toda esta gente aquí tan temprano? —preguntó.
— Buenos días, hijo. Vamos a hacerte una pequeña fiesta de bienvenida.
— ¿Cómo así? Tú sabes que no me gustan estas cosas, y menos enterarme a última hora. ¿Por qué no me avisaste?
— Tus amigos quieren verte, hijo. Y no hay nada mejor que una buena recepción para celebrar tu regreso a esta casa.
— Estoy muy cansado. Deberías haberme avisado con más tiempo.
— ¿Para que te negaras? ¡Ni pensarlo! — Soltó el libro que tenía en la mano y lo dejó sobre l