En la habitación, los dos de sangre fría miraban el cuerpo del señor Cayetano, tirado muerto en el suelo.
— No vamos a tocar nada, lo dejaremos tal como cayó, así pensarán que le dio un malestar —explicó Tulio. — ¿Realmente me aseguras que ese veneno no aparecerá en los resultados de la autopsia?
— Claro, que lo aseguro, llevó bastante tiempo investigándolo. No fue fácil conseguirlo y traerlo a la farmacia — dijo Liana.
— ¿Dónde está Lucía? — preguntó Tulio, preocupado.
— La mandé a la villa a recoger la feria del mes, junto con Joaquín. Tranquilo, nadie sospechará. Además, ella me dijo que Cayetano estaba muy nervioso. Todos pensarán que fue un ataque al corazón. Lo que nadie sabrá jamás será la verdadera causa del ataque — río con malicia.
— ¿Estás completamente segura de eso, verdad, Liana? Vámonos de aquí, lleva esa taza, lávala y guárdala. Nadie puede saber que estuvimos dentro de esta habitación.
— Y nunca lo sabrán — río. — Vamos, Oliver debe llegar pronto.
Los dos asesinos sal