Eran las cuatro de la tarde y Denise estaba recostada en su cama, pensando en Saulo.
Dos sentimientos dominaban su corazón. El primero, era felicidad. Había tenido una mañana maravillosa e inolvidable. Su corazón palpitaba al recordar a aquel hombre de ojos penetrantes, los besos apasionados, el roce envolvente e intenso.
El segundo, era frustración. El hecho de que él se hubiese marchado tan rápido, la entristecía.
— ¿Será que pensó que fui demasiado fácil? —Su conciencia la atormentaba.
Él había dejado claro que quería besarla desde el primer día, así que, seguramente, hacer lo que hicieron en el río también estaba en sus planes. Tenía miedo de que, ahora que Saulo ya había conseguido lo que quería, no volviera a buscarla.
Sus sentimientos estaban confusos. ¿Cómo ese hombre había logrado, en tan poco tiempo, adueñarse de sus pensamientos? ¿Y por qué se sentía tan triste al pensar en la posibilidad de no volver a verlo?
Denise salió de sus pensamientos al escuchar que se abría la pue