Moriran todos

Flor se enderezó silenciosamente y levantó los brazos en el aire.

—¡Suelta la espada! —el hombre rugió.

Al menos ocho lanzas les apuntaban. Flor dejó caer la espada y el objetivo de sus armas se dirigió a Ezra.

—Suelta la maldita espada o le dispararemos —gruñó el tipo.

La mandíbula de Ezra se torció, pero no dijo nada. Tiró la espada antes de levantar los brazos también. Sus ojos se deslizaron hacia la chica humana que trabaja como sirvienta.

—¿Ella es la reina? —el chico le preguntó a la criada, quien asintió con la cabeza.

Entonces el topo fue un humano todo el tiempo. Ezra sintió ganas de estrangular a la perra hasta matarla, pero se contuvo.

—Patea por aquí —dijo el tipo apuntando la espada.

Flor hizo lo que le dijeron. Ella pateó la espada mientras se deslizaba hacia ellos.

—Date la vuelta y arrodíllate. Mantén las manos en la espalda —retumbó. Ezra no tiene intención de hacer lo que le dijeron, pero si no escucha, lastimaban a Flor.

Ambos hicieron lo que se les dijo. Esos hombr
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