Capítulo 121.

En cuanto suben las escaleras, Alena es levantada por los brazos de Randolf.

— Tranquilo, tranquilo, ¿qué es lo que haces?— susurra ella entre risas.

El tiempo parece no correr para el alfa, en este momento su cuerpo estaba a punto de explotar y estaba dispuesto a destruir toda la taberna para conseguir que fuera dentro de su mujer.

— Nada, simplemente asegurándome que mis pasos sean más grandes, más largos, más amplios, por lo tanto— dice Randolf al mismo tiempo que se concentra solamente en la puerta del final, maldiciendo una y otra vez al tabernero por haberle dado la habitación más alejada. — Llegaremos más rápido a nuestro destino…

En el momento en el que él abre la puerta y cruzan hacia la habitación y la puerta se cierra, el tiempo comienza a correr.

—Ahora sí, pequeña, necesito comer eso que tanto me has estado ofreciendo.

Alena abre los ojos a uno envuelta en los brazos de Randolf.

— ¿Yo? ¿Qué te ofrecí? — Dice ella consternada al mismo tiempo que observa el fuego del des
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