Capítulo 122.
El tiempo había pasado caóticamente, demasiado rápido y demasiado lento.
Alena se encuentra mordiéndose el labio una y otra vez.
— Tranquila, cariño, tranquila, todo saldrá bien.
— A ver, Randolf — dice ella de nuevo con la respiración agitada.— Vuelveme a explicar ¿cómo vamos a evitar que ellos me reconozcan? En el instante en el que sepan que soy yo, van a asesinarme por traición.
— Lo sé, lo sé— dice Randolph con la voz profunda— y jamás te expondría a algo así de no estar seguro que voy a rescatarte y mantenerte con vida.
Alena asiente con la cabeza y en silencio.
— Escúchame aquí tengo un frasco con un líquido inhibidor de olor, para los demás el olor que llegue de ti será distinto al tuyo, tomándolo de sus mismos recuerdos, como si se hiciera una convinacion especial para cada uno de los que estarán presentes— dice Randolf al mismo tiempo que saca una pequeña botella de cristal.— De este vas a tomar solamente una gota y cada ceinticuatro horas lo volverás a hacer.
En ese mom