Pov Keira Hace mucho había caído la noche y yo aún me encontraba aquí, sola, mirando desde lo alto a los dragones descansando alrededor de las casas donde duermen muchas familias. Mis labios tiemblan al pensar en los niños, en sus pequeños dragones que no les quedan más de dos semanas de vida. Mi sollozo rompe la quietud del aire, de las nubes que ahora me rodean sin sentirse cálidas. Los dragones adultos podrán vivir, pero ¿qué hay de los pequeños? Ellos siguen conectados hasta que su parte humana cumpla diez años. Trato de calmarme, concentrar mi dolor en otro lado o tal vez necesito que eso se convierta en algo más, en odio, uno que va dirigido no solo a mi padre, sino a ese ser que quiere destruirlo todo. Alzo la mirada a la luna, su luz aún sigue oculta, pero está ahí; sé que ella puede escucharme. —Dime qué hacer, me destinaste a Ethan por alguna razón, sé que para todos tienes un propósito, así que dime cuál es el mío. Una brisa fría me golpeó de repente, haciendo
Pov Ethan La habitación entera se sumió en un profundo silencio después de las palabras de la madre de Keira. Es más que obvio que no estamos preparados para la guerra contra lo que no se puede destruir. —Pero, tenemos entendido que es un ejército —dice Deiros. —Lo es; sin embargo, no es común. Los hombres que alguna vez lo fueron ahora son como polvo oscuro que cualquier cosa puede traspasar como si nada. —¿Qué hay de los dragones? —decidí preguntar, mirando cómo ella se tensa. —No están bajo control porque son criaturas antiguas, pero sirven a sus dueños; se ven obligados a hacerlo. Mi padre suspira. Los últimos tres días no ha estado durmiendo siquiera, preparando todo para que la guerra sea fuera de nuestro Reino, de preferencia en las tierras de nadie. Nuestros hombres han estado trabajando extra para llevar las pesadas ballestas. Me duele tener que tocar algo que para mi compañera es sagrado, pero no hay otra opción. —Deberían hablar con su Diosa. Sé que no tengo ningún
Pov Ethan Un dragón se acerca desde las alturas; sus escamas brillan con el resplandor del sol que apenas pasa entre las espesas nubes negras que ya comenzaron a cubrirnos. Doy un paso al frente al verlo descender; sé que trae información valiosa y espero que esto nos dé ventaja. —Príncipe Ethan. —Por favor, sigue adelante; todos nos esperan en la sala de reuniones. Ambos entramos al palacio, uno muy movido, con las doncellas y varios guerreros llevando suministros al refugio debajo de nosotros. Todos están tensos; saben que el tiempo ha llegado a su fin. Abro las puertas, dejando que él entre primero; cierro las puertas a mi espalda y espero a que diga lo que tiene que decir. —El ejército está a un día de camino; es grande, señor, muy extenso. De los orillos del camino y de los árboles brota un humo ácido que se eleva a los cielos, creando esas nubes sobre nosotros. El primero en reaccionar es Neil, maldiciendo todo lo que puede, seguido de él por todos los Alfas. Rocco y yo
Pov Ethan Apenas pude levantarme y corrí tras de ellos; necesitaba saber que estaba bien. No sentía nada a través de nuestro vínculo y eso me tenía al borde de un colapso. ¿Acaso esto es lo que estaba sintiendo mi padre? En medio del camino, me detuvo la sacerdotisa; me trancó totalmente el paso sin dejarme pasar. —No, Ethan, en el estado en el que está tu padre no va a medir consecuencias. Tienes que dejarlo; ella estará bien, pero se ha desconectado de todos y, créeme, TODOS podemos sentirlo, no solo tú. Pasé mi mano por mi cabello en un intento inútil de calmar mi frustración. Pensaba en mi padre; él debe estar peor justo ahora. Joder, tenía que haberla detenido. —Ethan, amor, tranquilo, tu madre estará bien. Lo sé, por ahora dejemos a tu padre solo, no lo provoques. Miré una última vez hacia atrás antes de salir con mi compañera. Al llegar abajo, tenía más de una mirada encima; otros miraban fijamente hacia arriba de las escaleras, preocupados por su Reina. Pasé
Pov Ethan Superviso a nuestros guerreros con atención; algunos calientan o hacen ejercicios de pelea, mientras que otros llevan los últimos suministros a las ballestas colocadas estratégicamente en puntos específicos. La idea es mantener a los dragones dentro de nuestro rango, ya que son la mayor fuente de destrucción. Detengo mis pasos para ver la última munición de ballesta ser llevada a su lugar; parecen totalmente normales, lo suficiente para hacerme dudar incluso de la bendición de mi madre. Aunque no creo que haya sido falsa, yo pude sentirla en mi cuerpo. Repaso a todos nuestros guerreros preparándose para la batalla; ellos deben estar seguros, listos para dejar salir a sus lobos y atacar todo lo que vean. Los admiro; ellos están seguros de su Reina, pero yo, que soy su hijo, dudo, incluso de mí mismo. —Ethan, el ejército de los escorpiones se aproxima; llegarán dentro de unos minutos y se sumarán a las líneas defensivas. —¿Juliette viene con ellos? —¿Quién puede deten
Pov Narrador Las nubes espesas avanzan hacia los guerreros como una sombra pesada, anunciando su muerte. El suelo zumba, los árboles crujen y la tierra vibra mientras los enemigos se acercan cada vez más a su objetivo. Los rugidos de los dragones calan en los huesos de los presentes; los mismos dragones, a sus espaldas, se alteran ante la amenaza que se acerca. El estandarte de batalla se alza entre los dos ejércitos: lobos y escorpiones, unidos por un objetivo que amenaza con acabar no solo con sus vidas, sino con todo lo que conocen. El viento ondea las pequeñas banderas; el silencio en las filas es tenso, con sus corazones latiendo de miedo y anticipación. Todos mantienen la mirada fija en el horizonte, esperando la aparición del enemigo. El silencio se extiende entre ellos, siendo únicamente interrumpido por los rugidos y el tintinear de las armaduras de los escorpiones. Ethan y Bastian se mantienen alerta, sus músculos tensos, sus respiraciones pesadas haciendo eco en sus
Pov Keira Tres dragones más cayeron de nuestro lado; en el cielo, muchos más se elevaban, sus sombras cubriendo parte de nuestra línea frontal. Allí estaban Ethan y su padre, todos aquellos a los que considero ahora valiosos para mí. Tenía miedo de ver un ataque directo, de que con eso todo terminaría, pero al parecer volví a equivocarme. No conocer la historia total de los dragones con los Lycan me ha tomado más que desprevenida; es obvio que el Rey Bastian estaba preparado para esto desde siempre. Duele ver cómo caen, duele incluso sentir su dolor, sus ojos mirándome como si esperaran algo para acabar con su agonía. Cerré los ojos, escuchando los rugidos de dolor, sus cuerpos golpeando la tierra en algún punto, elevando tierra y polvo. No podía dejarme llevar por esto, no ahora. —Quiero a los dragones de combate sobre el aire para proteger; ellos van a atacar las ballestas. Hay muchos hombres manejándolas; los quiero a todos sobre los aires ahora. Los dragones a mi man
Pov Narrador Ethan podía sentir el cansancio en los músculos de su Lycan. A su lado, su padre respiraba ansioso y agitado, con el pecho subiendo y bajando violentamente por todo el esfuerzo que había hecho. Sus ojos rojos miraban atentamente al enemigo esparcido por el suelo como un montón de cenizas que picaban incluso en su pelaje. Había muchos de los suyos caídos, lobos valientes que dieron todo hasta su último aliento, pero la batalla ni siquiera había terminado. Mientras ellos parecían estar agotando sus fuerzas, el enemigo estaba rebosante de ellas. Eran superados en número y, aun así, lograron acabar con el primer gran grupo sin muchas bajas. «Recojan a los caídos y llévenlos al campamento. Cuando todo esto acabe, les daremos la despedida que ellos merecen.» Fue la única orden de Bastian; su atención aún seguía puesta en aquel ser que no solo rebosaba maldad, sino algo más que hacía que sus instintos saltaran al peligro. «¿Sientes eso, papá?»—preguntó Ethan. «Sí