Pov Leina
—Debo admitirlo, son buenas, muy buenas para engañar. Jamás pensé que un puñado de Omegas fuera capaz de esto, y solo por eso las felicito.
Apreté los puños a los costados, aún contando en mi mente el tiempo en que la chispa llegaría a la pólvora.
—Ahora, entreguen a la que ideó todo este plan y prometo que no serán castigadas.
Todas bajaron la cabeza sin decir nada, pero vi determinación y seguridad. Ellas estaban dispuestas a luchar esta vez.
—Yo lo hice—miré en dirección a Marion, que se acercó al frente con la cabeza en alto.
—No, yo lo hice—otra chica también dio un paso al frente y luego otra, tras otra.
Miré al hombre arriba, que solo apretaba su mandíbula, lleno de frustración.
—¡TRAIGANLAS!
Frente a él fueron lanzadas las dos pequeñas que cuidé todos estos días. Las demás fueron lanzadas desde lo alto, siendo atajadas por sus compañeras abajo, que igualmente cayeron sin soportar su peso.
No hemos comido nada desde ayer; solo nos dan pan con agua un día y a