54. Somos su esperanza
Pov Leina
—No, no quiero a esas lagartijas que escupen fuego en mis tierras; deben irse a otro lado. Que los reciban los ponzoñosos; aquí no se van a quedar.
Las miradas de las familias son desoladoras; muchas madres abrazan a sus hijos, esperando tener una oportunidad que Bastian les está negando irremediablemente.
Todo nuestro ejército está rodeando a los dragones más allá de nuestras murallas; no pueden entrar a las tierras de los Lycan, lo que tiene tensos a todos sus jinetes.
—Bastian, amor— me acerqué a él para mediar por ellos. —Ven conmigo un momento.
Mantiene su mirada fija en el hombre llamado Frederick, casi como si quisiera clavarle las garras con sus ojos.
—Por favor.
Suspira, poniendo ahora toda su atención en mí; sus ojos, antes duros, se vuelven suaves, pero en el fondo de esos hermosos ojos está la ira contenida.
Me alejo con él unos pasos, tomando sus manos para que me mire con cada palabra.
—Entiendo, Bastian, que estás molesto, que no quieres aceptarlo por