Pov Narrador
Bastian ahora yace sobre la cama, inmóvil; sus labios pálidos y agrietados le dan un aspecto sin vida.
Sus ojos permanecen cerrados; en su cuello, una mancha que apenas se sana.
La sacerdotisa limpia sus brazos con paños húmedos; su mirada, de vez en cuando, va hacia el cielo oscuro.
Ha pasado una larga semana y la tierra volvió a cubrirse de una profunda oscuridad, solo que esta vez era diferente, porque esta vez quien estaba en la cama no era Leina, sino Bastian.
Toda la tierra de los lobos parecía estar de luto tanto como el cielo; todos creían muerta a la descendiente de la Diosa.
Algunos lloraron al saber la verdad; otros se azotaron como si eso los hiciera sentir mejor o menos culpables.
—Debes despertar, Bastian; todos tendremos que avanzar desde aquí. Tú tendrás que hacerlo porque nada te la va a regresar.
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Gena llegó a la manada con Bell, muy malherida. Entró por las puertas con un orgullo con el que solo ella podía hacerlo.
Abrió directa