Los miembros del concejo estaban agitados, ansiosos ante la espera; ¡llevaban alrededor de una hora esperando la aparición gran alfa!, pero a este parecía que se lo había tragado la tierra y ninguno de ellos era capaz de ir a buscarlos e interrumpir lo que fuera que estuviera haciendo.
Finalmente, la gran puerta se abrió, provocando que todas las miradas se centraran en las dos figuras que ingresaban a la sala; la mano del gran alfa sostenía la de la pequeña mujer con delicadeza, pero demostrando un matiz de posesión.
Ambos caminaron hacía la mesa en completo silencio, Ragnar abrió la silla para ella como todo un caballero; situándola a la cabecera de la mesa y permaneciendo a su lado como si de un simple perro guardián se tratase. ¡Eso era inaudito!
— Señor, creo que no es apropiado que alguien ajeno al concejo presencia la reunión — hablo uno de los ancianos.
— Ella no es ajena a lo que está ocurriendo, no solo es mi nieta, heredera de mi clan, sino que también porta el anillo de l