El silencio de la noche era interrumpido por los feroces gruñidos de dos lobos que se debatían a muerte, la forma en que sus garras arremetían contra el otro, con la clara intención de matar, los colmillos brillando de forma amenazante mientras ambos intentaban doblegar al otro entre sus fauces.
Era la primera vez que Anette presenciaba un enfrentamiento de tal magnitud, ambos lobos parecían dispuestos a acabar con la vida del otro; como si esta no valiera absolutamente nada, su corazón latía acelerado, de tal manera que un zumbido parecía haberse instalado en sus oídos; se sentía presa del miedo y la incertidumbre.
Los músculos de su cuerpo parecían haberse entumecido, reusándose a obedecer las órdenes de su cerebro; a duras penas logro arrastrarse fuera del campo de batalla. El mundo a su alrededor pareció dejar de existir, como si de pronto lo único que sus sentidos pudieran percibir fuera el peligro inminente que se cernía sobre ella de una manera casi asfixiante.
Tembló… y no po