Capítulo 3.
Vanesa.
Dos días trabajando como mecerá, es más fácil que otra cosa, pero ya no soporto más, anoche el jefe me dio a un hombre que paga mucho dinero.
El dolor en mi espalda, vagina y trasero es la prueba de todo lo que paso hace unas horas.
No sabía que aún me quedaba lágrimas en mis ojos, pero desde que puede subir a la azotea del edificio estas no dejan de salir de sus ojos.
Creía a ver acostumbrado a esta vida, pero cada vez que esto pasa siento que un pedazo de mi alma se rompe, dejando un cascarón vacío.
Pero ya no puedo más, ya no puedo soportarlo, huir no servirá de nada, sé que ellos me encontrarían en un abrir y cerrar de ojos.
Al ver la vista desde lo alto de este lugar, me siento libre, veo hacia abajo y la altura no me provoca nada, sé que solo la muerte me hará libre de esta vida.
Me quito el anillo con la inscripción de propiedad y lo tiro al vacío, esto se termina aquí y ahora, al fin, podre ser libre.
Y sin vacilación doy un paso fuera del borde de la azotea, sintiendo como el viento golpea mi rostro.
Al fin podre ser libre.
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En una cueva, donde el borde el mundo termina, hay dos personas viendo un estanque donde una serie de imágenes se reproducen sin detenerse, para muchos no tendría significado. Pero para estas dos personas las imágenes hablan más que mil palabras.
—Ellos al fin se han encontrado—. Habla la mujer siendo la imagen en el agua.
—Tendrán un largo camino que seguir, y aunque tomen distintos caminos, estos los llevarán a encontrarse siempre—. Hablo el hombre viendo distintos caminos, distintos escenarios, pero todos llevando a lo mismo.
Y es que estos dos seres, de cabellos blancos, belleza sobrenatural, son elfos que cuidan las aguas del destino, cada día desde que fueron elegidos han visto todos los destinos de diferentes razas, y no solo de ellos.
También de unos en otras dimensiones, el trabajo de estos es tan importante que si un día llegan a faltar el caos se podría desatar.
Uno es el bien, y otro es el mal, ellos mantienen la balanza.
Y así siguieron viendo todo lo que está pasando con uno de los seres más relevantes en ese lugar.
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Erick.
Todo paso ante mis ojos en cámara lenta, no podía ser cierto, pero ya no había duda, por eso no la podía sacar de mi mente, ella es.
Y la emoción del momento pasa a ser de terror al ver como ella se lanza al vacío, no lo pensé dos veces, mi cuerpo se movió con mente propia, solo tenía una cosa en mente.
Al verla caer me corro y sin pensarlo dos veces salto de tras de ella, y justo cuando la tengo en mis brazos extiendo, mis alas de dragón salen de mi espalda y con un impulso me elevo hacia el cielo con ella en mis brazos.
Gracias al cielo que era de noche o tendría que contratar a una bruja para poder borrar la memoria de varios humanos.
Me elevo un poco más con ella, uno en mis brazos, puedo ver por la forma de su cabeza contra mi pecho, que sus ojos están cerrados y de estos uno salen lágrimas.
No sé qué es lo que le llevo a tomar esta decisión, pero lo que sí se es que voy a hacer que quien sea el culpable de que mi reina llore para con creces por sus lágrimas.
—Ya estás a salvo, nadie te hará daño—. Le hablo tratando de suavizar mi vos para que ella se tranquilice.
La mujer en mis brazos poco a poco levanta su mirada a mi rostro y puedo ver desconcierto en estos, pero también tristeza, mucha tristeza.
—¿Quién eres? — pregunta ella viéndome con extrañeza, creo que aún no se ha dado cuenta de que ya no estamos en el suelo, sino que entre las nubes.
—Soy tu alma gemela—. Le contesto con sinceridad.
Ella frunce el ceño y es cuando sus ojos se apartan de los míos y ve a su alrededor.
Puedo ver como esto se abren y como reflejo ella pasa sus brazos por mi cuello y se acerca más a mí como si fuese a dejar que ella dejase mis brazos.
—¿Qué demonio? — exclama ella viendo hacia el suelo asustado de lo que está pasado.
—Tranquila, mi reina, nada malo te pasará mientras estés en mis brazos—. Le digo de forma calmada, así que la cargo como una princesa.
Ella me voltea a ver y puedo ver como mira mis alas, sé que debe de tener muchas preguntas, pero mi tranquilidad se esfuma al ver un golpe en su cara, prácticamente tiene la figura de un cinturón marcada en su mejilla.
Mis ojos se oscurecen, alguien va a morir por haber tocado lo que me pertenece.
—¿Quién te hizo esto? — le pregunto tratando de que mi ira no le afecte a ella, algo no está bien con mi reina.
Al hacerle la pregunta veo como sus ojos se vuelven a cristalizar, y sin previo aviso rompe en llanto, es como si la situación en la que esta se le olvidara y solo su pasado la consume.
Llora como si se le fuera la vida en ello, y aunque la ira me consuma por dentro, no hago nada, solo dejo que ella se desahogue, luego veré como haré pagar a los que la han dañado.
La luna en su punto más alto nos ilumina, es testigo que las lágrimas de mi reina, y las promesas de una muerte muy dolorosa para los que provocaron tanto dolor en mi reina.