Capítulo 1.
Vanesa.
El dolor en mi cuerpo es insoportable, mi labio está roto, mi ojo derecho apenas si lo puedo abrir, mis costillas duelen, pero el dolor entre mis piernas es lo peor.
Ya he perdido la cuenta de cuantas veces he sido abusada, ya he perdido la cuenta de los hombres que usan mi cuerpo a su antojo, ya no recuerdo cuantas veces suplique para que se detuvieran, ni cuantas veces desee morir y dejar esta tortura.
Ya han pasado tres años desde que mi hermano me vendió a un grupo de hombres que se dedican a la trata de blancas, en este tiempo ellos se encargaron de destruirme. Ya hace tres años que acepte mi destino.
Por qué luchar, quien no conozca esta tortura puede juzgar a quienes se rinden y aceptan su destino, pero llega el momento que tu propia cordura se pierden y lo que antes creías impasable se convierte en ti rutina de supervivencia.
Eran incontables las veces que había intentado escapar sin éxito algunos, y siempre que eso pasaba, mis castigos cada día eran peores.
Incluso una vez me rompieron un brazo, lo cual provoco que los clientes no pudieron usarme, y aunque significo un poco de paz esta se esfumo al momento de recuperarme.
Esos dias fueron los peores y me hicieron ver que mi vida es esta ahora, ya no intento escapar, sabía que si lo seguía siendo me terminarían matando.
Irónico que con la vida de m****a que tengo aun asi no quiera morir, sera la mejor forma de escapar, de dejar este mundo que solo daño me ha ocasionado, de poder por fin dejar de sufrir.
Pero hay algo que me lo impide.
Es como si la muerte tuviera miedo de llevarme o simplemente se divierte viéndome sufrir cada día.
—¿Dónde está mi chica estrella? — pregunta Víctor el feje de ese lugar, y que se ha encaprichado conmigo desde que llegue.
Y siempre que intentaba escapar sus castigos eran los peores, o me golpea hasta dejarme desmayada o cuando no estaba de humor me daba a todos sus hombres.
Esos recuerdos jamás los olvidare.
El me da mucho miedo, jamás lo puedo ver a los ojos y siempre que está cerca tiemblo como una hoja que está a punto de caerse.
Siempre era asi, y aunque al principio trataba de parecer fuerte, esa no importaba en nada, asi que solo dejaba que hiciera lo que quisiera.
Él fue el primero que abuso de mí, el que me enseño que no vale la pena luchar, porque eso solo divierte a los hombres y se ponen más creativos.
—Ven acá preciosa—. Me llama, pero no espera que legue a el que me toma del trasero y lo estruja a su antojo, al principio ese me provocaba asco y trataba de alejarme, ahora ya no importa.
—Ahora habrá un evento importante en el hotel principal asi que prepárate para atender, y hazlo bien, no querrás que mir hombre te adiestre—. Me advierte.
Al terminar de decir se aleja seguramente a escoger a algunas otras chicas, siempre es lo mismo, en otro de sus negocios lleva a un grupo de chicas para que atendiera como sirvientas y si a uno de sus invitados quisiera divertirse ella atenderá.
Desde que llegue a este lugar nunca me he llevado a otro lado, quizás ya sabe que no huiré de este lugar ¿Por qué lo haría? No tengo nada afuera.
++++
No recordaba cuando fue la última vez que tenía más que un traje de baño puesto en mi cuerpo, hasta sentía extraña la tela en mi cuerpo, un traje, con una falda un poco más arriba de mis rodillas, la camia blanca ceñida al cuerpo, con un escote no tan profundo, pero siempre moldeando mis pechos.
Mi cabello negro perfectamente peinado en una cola de caballo, mi rostro maquillado perfectamente, al verme en el espejo no me reconozco.
Trato de recordar mi vida antes de todo esto y no puedo, ya no hay nada que me recuerda a la vieja yo, ahora solo esta esté títere que usan y desechan cuando quieran.
—¿Estas listas? — pregunta una mujer de unos cuarenta años, la única que nos trata con algo de humanidad, nadie sabe su historia, pero es la que se encargan de todas nosotras cuando es necesario.
Asiento a su pregunta aun viéndome al espejo, suspiro resignado.
—Vamos, el transporte las llevará, sera un grupo de síes chicas, no hagas nada estúpido, no querremos que te rompan más huesos—. Me recuerda ella, me estremezco al recordar eso, luego del brazo fue la pierna, fue un milagro que esta no quedara dañada y que caminada correctamente.
Rápidamente, fuimos escoltadas al auto que nos llevaría, veo las chicas a mi alrededor, todas vestimos igual, el taje negro y la camina blanca, toda llevamos tiempo acá y sabes que debemos comportarnos o sufriremos.
Ninguna hablamos, no es necesario, no somos amigas, solo somos desafortunadas.
Este día se siente diferente y aunque no le quiera dar importancia, no puedo quitarme esa sensación de mi pecho, es como un presentimiento, pero no se puede permitir sentir algo más que indiferencia.
Eso es mejor que pensar en algo más que posiblemente no sea nada importante.