Adara
Me veía preciosa. Papá había llegado hace como una hora, y Julián fue echado del apartamento por Naty y Nadina para poder arreglarme. Mis sobrinos se encontraban en la mitad de la cama, mientras sus madres me ayudaban con el vestido. Los estilistas se fueron hace una hora. Ver a los tres bebés era hermoso. Emiliano se encontraba en medio de las dos princesas.
—Te ves preciosa.
—Gracias.
No era blanco el vestido, era de color crema ajustado al cuerpo, caía suelto con una abertura a media pierna, cuello alto de encaje y unas delicadas mangas. El cabello era un peinado muy elaborado, pero se veía descomplicado. Una trenza desordenada, parecía de revista; los estilistas se lucieron.
Ya estábamos arregladas, lo único que había cambiado eran los zapatos. No podía ponerme las zapatillas punta de aguja. Mi mamá hace un par de días atrás compró unos bajitos, hermosos a juego con el vestido, pero nada de tacón. El vestido arrastrará más de la cuenta. Pero ni modos, primaba la comodidad