—¡Basta!
Una voz anciana, grave y llena de autoridad rasgó el bullicio como un rayo en la noche. La madre de Esteban, Leonor Piedra, subió al escenario, apoyándose en su bastón.
—¡Isabella, ya has manchado el honor de los Piedra por demasiado tiempo! —Leonor golpeó fuerte el suelo con su bastón— ¡Una intrusa sin sangre noble que se atreve a profanar nuestra ceremonia sagrada!
Los miembros de la manada a su alrededor inmediatamente se hicieron eco.
—¡Leonor tiene razón! ¡Isabella nunca debió ser Luna!
—¡Su linaje es demasiado común; nunca podría traer descendencia fuerte a la familia Piedra!
—¡Miren a la señorita Sofía, ese es un verdadero linaje noble!
Esteban asintió con orgullo. —Mi madre tiene razón. Isabella, el poder de la Manada Piedra hoy es gracias a la fuerza del linaje de Sofía.
—¿Fuerza del linaje? —me reí despectivamente.
—¡Por supuesto! —Esteban extendió los brazos, señalando a las manadas aliadas alrededor—. Desde que conocí a Sofía, nuestros aliados han crecido, nuestra fuerza ha aumentado. ¡Este es el poder de un lobo de pura sangre!
Sofía bajó la cabeza tímidamente, pero sus ojos brillaban con triunfo. —Esteban, eres muy amable... Solo espero poder contribuir a la manada...
Ella hizo una pausa, su voz cargada de preocupación fingida. —Discúlpenme si parezco atrevida, pero siempre me ha preocupado... César ha estado demasiado protegido por Isabella. No ha recibido un verdadero entrenamiento de Alfa. Si esto sigue así...
—¿De qué te preocupa? —Esteban frunció el ceño.
—Me preocupa que la forma en que Isabella lo cría debilite los instintos de lobo de César —dijo Sofía con cautela—. Un niño necesita un entrenamiento riguroso, no mimos maternos. Por supuesto, César es tan inteligente porque heredó tus genes excelentes...
Leonor asintió. —¡Sofía tiene razón! ¡Isabella, has hecho a mi nieto demasiado blando! ¿Cómo puede un futuro Alfa ser tan suave?
El rostro de Esteban se oscureció. —¡No es de extrañar que no se atreviera a asistir a la ceremonia de mayoría de edad anoche! Isabella, ¿qué demonios has hecho con mi hijo?
Miré esos rostros hipócritas, la ira dentro de mí burbujeando como lava.
—¿Quieres saber en qué lo he convertido? —mi voz era baja y peligrosa—. Le enseñé a respetar a su padre, le enseñé a entrenar duro, le enseñé a esforzarse para hacerte sentir orgulloso.
—¿Esforzarse por ser fuerte? —Esteban se burló—. Si realmente fuera fuerte, ¿por qué no asistió a la ceremonia?
—¡Porque no te importó un carajo su ceremonia anoche! —finalmente exploté— ¡Solo te preocupaste de que tu amante estuviera cómoda, de que comiera, de que necesitara más guardias para protegerla!
El salón quedó en un silencio mortal.
El rostro de Esteban se volvió instantáneamente ceniciento. —¿Qué dijiste?
—¡Estoy diciendo la verdad! —señalé a Sofía— ¡Anoche fue su celo, y tú llevaste a todos los guardias de élite para protegerla mientras cazaba, dejando a César enfrentarse solo a los peligros de su ceremonia de mayoría de edad!
Sofía se escondió detrás de Esteban, asustada. —Yo... no pedí tantos guardias... Fue Esteban quien se preocupó por mí y el bebé...
—¡Claro que tengo que protegerte! —Esteban rugió con enojo— ¡Tú eres mi verdadera familia! En cuanto a César...
Hizo una pausa, su voz volviéndose helada. —¡Si ni siquiera puede manejar una ceremonia de mayoría de edad básica, entonces demuestra que no es apto para ser el heredero de la familia Piedra!
Sonidos de acuerdo surgieron de la multitud.
—¡El Alfa tiene razón! ¡Solo el más fuerte puede gobernar!
—¡La verdadera fuerza no necesita mimos!
—Quizás esto sea lo mejor; ¡el hijo de la señorita Sofía está más capacitado para ser heredero!
Leonor golpeó el suelo nuevamente con su bastón. —Isabella, si estás tan descontenta, entonces rompe el vínculo y sal de la familia Piedra. Pero...
Entornó los ojos, su voz llena de amenaza. —César debe quedarse. Él es de sangre de la familia Piedra. ¡No lo llevarás a ningún lado!
—¡Exacto! —Esteban se burló, acercándose a mí—. Isabella, puedo aceptar romper nuestro vínculo. Pero César pertenece a la familia Piedra, ¡no te atrevas a intentar llevártelo!
Apreté la caja de ébano con fuerza, mirando esos rostros avariciosos y feos.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —mi voz era aterradoramente tranquila.
—¡Por supuesto! —Esteban anunció con orgullo—. Ahora, frente a todos nuestros aliados, ¡entrega a César! Quiero verlo personalmente y saber dónde se está escondiendo y holgazaneando.
Levanté lentamente la caja de ébano en mis manos.
—Como desees. Aqui tienes al César que tanto buscas.