Capítulo 11
Un año después.

—¡Mamá! ¡Rápido, mira! ¡Mira esas olas gigantescas!

César, de dieciocho años, corría por la playa, el sol iluminando su piel saludable. La brisa alborotaba su cabello, y su risa resonaba, clara como el sonido de una campana.

—¡Cuidado! ¡No corras tan rápido! —reí, persiguiéndolo con el protector solar.

—Mamá, ¿podemos ir a hacer esnórquel? —César señalaba emocionado el arrecife de coral a lo lejos— ¡Quiero ver tortugas marinas!

—Claro, cariño —lo ayudé a ponerse protector solar—. Pero ten cuidado, no nades demasiado lejos.

—Lo sé —César asintió obediente, luego de repente me abrazó—. Mamá, gracias por traerme a Hawái. Es tan hermoso aquí.

Le acaricié suavemente el cabello. —Niño tonto. Este es el lugar al que siempre quisiste venir.

—¡Sí! —César se soltó y comenzó a correr sobre la arena nuevamente—. Mamá, cuando aprenda a surfear, te enseñaré, ¿está bien?

—Está bien... —observé su sonrisa brillante y soleada, y las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.

—¿Mamá?
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