Capítulo 3

Sus palabras hicieron rugir a mi loba. Mientras la calmaba, respondí con frialdad.

—¿De verdad ignoras por qué mi corona de Luna está vacía?

En mi vida pasada, Lisa había arrancado la gema de mi corona. Aunque furiosa, cedí por ser su «hermana», gastando mis ahorros en un diamante de reemplazo.

Ahora ya no me importaba. Ni loca desperdiciaría la herencia de mis padres en eso.

Tenía matrículas universitarias que pagar.

—Hace días te di veinte mil para que me compraras un tocado en la manada vecina. Devuélvemelo. Cambié de idea.

La mano que sostenía la gema se detuvo en el aire, mientras fruncía el ceño y murmuró:

—Lisa vio un perfume edición limitada. Me faltaba dinero y lo usé para eso.

Mi loba soltó una risa fría en mi mente. Cerré la puerta sin decir palabra.

—¡Estamos a punto de hacer vínculo de apareamiento! —gritó fuera— ¿Qué importa usar tu dinero? ¡Te lo devolveré!

Al reabrir la puerta, le arrojé todas las baratijas que me había regalado:

—Dáselas a Lisa. A ver si las acepta.

Se quedó mudo. Esta vez fui yo quien cerró la puerta con desdén.

—Bien hecho —aplaudió mi loba.

***

Al día siguiente, comencé a deshacerme de objetos viejos.

El amuleto metálico de nuestro primer encuentro. Ahora solo era chatarra impregnada de falsedad.

León entró arrojándome un fajo de dinero:

—Toma.

Los veinte mil estaban completos. Asentí y seguí empacando.

—El vehículo para la gira sur tiene espacio limitado —dijo frunciendo el ceño— Ya prometí llevar a Lisa. No hagas maletas.

Ignoré sus palabras, doblando mi ropa con precisión.

Permaneció de pie observando mi actitud indiferente.

—¡Te dije que no hace falta! Has cambiado mucho.

Suspendí mis movimientos con un suspiro.

Aunque sabía que León solo deseaba a Lisa, él ignoraba que había escrito el nombre de Lisa en el espacio de firma de Luna. Si lo descubría antes de mi partida, sería problemático.

No quería seguir teniendo ningún vínculo con él.

—Solo preparo mi mudanza al castillo.

Según la tradición, tras el vínculo de apareamiento Luna debía trasladarse al castillo central de la manada. Preferí dejar que mantuviera ese malentendido.

Su expresión se suavizó:

—No es que te excluya. Lisa nunca salió de la manada. Por cierto el Alfa King nos dio un cupo en Universidad Emory. Cédelo a Lisa. El próximo año será para ti.

Me quedé paralizada un instante, mientras mi loba erizaba el pelaje y rugía:

—¡Esto es nuestro! ¿Cómo podíamos regalarlo?

Asentí mecánicamente, clavando las uñas en mis palmas.

Ese cupo era único: un privilegio del Alfa King para educar a las Lunas de las manadas.

En mi vida pasada, esperé cuatro años hasta que Lisa se casó con un comandante de Atlanta.

Antes yo buscaba su atención. Ahora que guardaba silencio, él era quien forcejeaba:

—Siempre quieres ver anillos.¿Mañana vamos?

Al día siguiente, liquidé las propiedades de mis padres.

Lisa irrumpió con voz melosa:

—¿Tienes planes mañana, León?

—Iremos de compras —dijo León acariciando su frente—Ven con nosotros.

—Iré al arcipreste.

—Eso puede esperar —ordenó con su tono controlador habitual.

—¿A tu esposa no le gusta que vaya?

Accedí con indiferencia.

A la mañana siguiente, encontré a León sirviendo comida en el plato de Lisa.

Mi alarma recordó: cinco días más.

Mientras comían lentamente, él cargaba su bolso como un sirviente.

En mi vida pasada, creí que algún día me trataría así.

Aún perdida en mis recuerdos, León me alcanzó una pequeña caja que contenía un anillo con gema.

—Es el talismán de Luna de la manada. Te lo entrego antes de tiempo.

No la tomé. Nunca me lo dio antes.

Lisa lo arrebató con exclamaciones:

—¡Qué brillo! Ojalá yo tenga uno.
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