Dos meses después.
La sala del tribunal se llenaba lentamente. Todos aguardaban expectantes la llegada del acusado, Raid Ghazaleh, un hombre que pasó de ser catalogado como influyente y poderoso, ahora enfrentaba cargos por asesinato, fraude y maltrato doméstico.
Cuando las puertas se abrieron, Raid entró escoltado por guardias, sus muñecas esposadas. A pesar de verse disminuido, su postura arrogante y la mirada desafiante en su rostro delataban que aún no había perdido por completo su superioridad.
En la primera fila, Juliette Anderson, sintiendo nervios, aturdida y aliviada de alguna manera. Ella observaba la escena y sentía un nudo en la garganta. A su lado, Karim Ghazaleh, quién no dejaba de tomar su mano con suavidad, brindándole su apoyo.
El fiscal, un hombre de mirada determinada, se aclaró la garganta y comenzó a exponer los cargos.
—Hoy nos reunimos aquí para juzgar a Raid Ghazaleh por múltiples delitos graves. Entre ellos, el asesinato del matrimonio Anderson en un incend