Esa mañana, los Hoffmann se preparaban meticulosamente para el proyecto de la galería. Dominic había estado un poco ansioso desde el amanecer; a pesar de que sabía que todo saldría bien, no podía evitar la inquietante sensación de que algo podría arruinar el evento.
Se encontraba en la sala, aguardando a que el resto de su familia se uniera a él, cuando, de repente, vio descender las escaleras a Violet. Ella lucía un hermoso vestido rojo que se ajustaba perfectamente a su figura, acentuando sus curvas apenas marcadas, lo que lo volvió loco de deseo.
"Será difícil concentrarme hoy", pensó con un suspiro resignado.
—¿Nervioso? —preguntó la joven al llegar a su lado, sonriendo de manera encantadora. Sus labios, pintados de un rojo intenso, capturaron la atención de Dominic, deslumbrándolo.
Dominic sacudió aquellos pensamientos que lo incitaban a probar esos labios de nuevo y apartó la vista de Violet, fingiendo revisar la hora en su reloj.
—Un poco, sí —admitió, encogiéndose de hombros—.