**Alejandro**

Medellín me recibía distinto ahora.

No como el joven De la Espriella que venía a visitar a su prometida por conveniencia o a cerrar negocios familiares. Ahora era otra cosa. Yo caminaba por las calles con otros ojos. Más silencioso. Más consciente. Más libre.

Me había instalado en un apartamento cerca del Poblado. Sencillo, pero con buena luz, perfecto para trabajar. Mi equipo en Europa seguía manejando mis portafolios de inversión, pero yo estaba aquí. Presente. De tiempo completo. Apostándole todo a ORIGEN.

Las reuniones con Camilo eran cada vez más fluidas. Mónica, brillante como pocas, tenía la energía de quien renacía con cada proyecto. Y Valentina... era un fuego caminante. Su cuaderno de bocetos no descansaba. Cada vez que lo abría, sentía que estaba viendo el esqueleto de algo sagrado.

Esa mañana había sido intensa. Revisamos fichas técnicas, proveedores, telas, escalas de color. El taller estaba casi vacío. Solo quedábamos nosotros dos, repasando una muestra de