LARS
Tenía que arreglar el desastre o al menos intentarlo. Yo no quería ser así de impulsivo con ella, no después de todo lo que hemos vivido. Pero a veces me gana la situación.
Ella aún estaba parada mirándonos mientras jugaba con mi hijo, con el niño que llevaba mi sangre y que hasta ahora no había recibido mi amor, mis cuidados.
Se relajó y dejó de llorar, lo dejé por un momento sobre la cama, y me acerqué a ella. La sujeté del mentón y ella empezó a temblar. Sus ojos grises hundidos en lágrimas me miraron y con mis dedos le retiré el exceso de lágrimas que no merecían estar ahí y que por mi culpa estaba llorando.
—Perdóname— susurré a un palmo de sus labios—. Cometí el error sin pensar en el amor que siempre te tendré.
Bajó sus ojos y le pedí que me mirara.
—No hay mujer despampanante que se pueda comparar contigo, ni habrá ninguna otra que me dé lo que tú solo hiciste— le repetí.
Y es que Martina destacaba en todo lo que hacía, absolutamente en todo.
—Ni lo quiero, ni lo tolero—