Ivy
El banquete se ha apagado tras nosotros, dejando solo un aroma a vino, carne y miradas febrilmente ardientes. Pero lo que me hiela es su silencio. Lyam camina al frente, con la espalda tensa, con las manos cerradas. Kael y Soren me siguen de cerca. Siento su deseo ardiente, su ira sorda.
Cuando la puerta de sus apartamentos se cierra de golpe tras nosotros, se cae la máscara.
Lyam se vuelve de golpe, con sus ojos negros llenos de excitación y furia.
— No tienes idea de lo que nos haces vivir, Ivy. Esa noche entera... verte sonreír a otros machos... sentir sus miradas devorarte...
Kael gruñe, acercándose, sus dedos enroscándose alrededor de mi cuello.
— Todos te quieren. Pero nunca te tendrán. Eres nuestra.
Soren aparece detrás de mí, con el aliento ardiente en mi nuca.
— Y esta noche, te lo recordaremos.
Se lanzan sobre mí. Literalmente. El vestido vuela en jirones, desgarrado por sus garras, por su impaciencia salvaje. Me quedo desnuda, ofrecida, temblando por una mezcla de excitación y miedo.
Lyam me levanta sin esfuerzo y me presiona contra la pared. Su boca devora la mía, posesiva, brutal. Kael se arrodilla entre mis muslos ya húmedos y lame lentamente, como si degustara un festín sagrado.
Kael
— Mira cómo ya se deshace... Ella nos desea, joder.
Soren me muerde la clavícula, sus colmillos rozando la piel sin atravesarla, solo para recordarme quién soy... su presa. Su Reina. Su hembra.
Me llevan a la cama inmensa y, sin decir una palabra, me voltean, me doblegan y me devoran. Lyam entra en mí de golpe, bruscamente, causando un grito grave que resuena en las paredes.
— Tómala, Lyam... que sienta a quién pertenece. — gruñe Kael.
El ritmo se vuelve salvaje, bestial. Ya no soy más que un cuerpo que se doblega bajo sus ataques, un fuego que se consume. Cada movimiento de cadera de Lyam me catapulta a un mundo donde solo existen ellos y esta pulsión animal, esa rabia de poseerme.
Cuando Lyam me libera, es Soren quien toma su lugar, con su sexo duro penetrándome profundamente, haciendo que pierda el sentido.
Soren
— Naciste para esto, Ivy... para estar de rodillas bajo nuestras garras.
Kael se impone en mi boca, con su mirada ardiente de un deseo loco.
— Abre... Quiero sentir tu garganta apretarse sobre mí mientras él te toma.
Hago lo que me dicen, gimiendo a su alrededor, incapaz de resistir la intensidad de este abrazo.
Me toman juntos, me estiran, me rompen en un baile salvaje y carnal. Cada uno deja su marca, sus colmillos, sus garras, su olor.
Llego al éxtasis, una y otra vez, mi cuerpo temblando de espasmos. Pero no se detienen. Quieren más. Siempre más.
Lyam me levanta, sentándome sobre él, mientras Soren me agarra por las caderas, obligándome a un doble ataque que hace que grite.
— Aquí... Grita, Ivy. Grita nuestro nombre. Que todos sepan a quién perteneces.
Y grito. Grito hasta perder la voz. Hasta que el placer es demasiado, hasta que mi espíritu se rompe bajo esa intensidad.
Finalmente, se desploman contra mí, jadeando, con el cuerpo cubierto de sudor y mordiscos.
Soren susurra con voz ronca:
— Nadie te tomará. Somos tuyos. Para siempre.
Cierro los ojos, agotada, consumida... y plena.
Mañana, el mundo seguirá. Pero esta noche... esta noche, les pertenezco en cuerpo y alma.
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La luz apenas se filtra a través de las pesadas cortinas de terciopelo. El silencio reina, solo interrumpido por la respiración regular de los tres cuerpos que se entrelazan estrechamente con el mío. Soy prisionera de sus brazos, pegada al calor de su piel, aún marcada por la noche loca que me han dado.
La cama huele a sexo, a almizcle, a posesión. Mi garganta está seca, mis muslos adoloridos. Sin embargo, en el fondo de mi vientre, aún arde un fuego... listo para avivarse de nuevo.
Un gruñido surge detrás de mí. Lyam se mueve, con sus brazos envolviéndome más fuerte y su boca aplastándose contra mi nuca.
— Despiértate, Ivy... No quiero cerrar los ojos más que para verte.
Su voz grave, ronca, llena aún de deseo, me hace estremecer. Kael también despierta, deslizando sus dedos por mi cadera, subiendo lentamente hasta acariciar mi pecho con pereza.
— Mmmh... ¿Lo sientes, Lyam? Ya tiembla...
Soren no dice nada. Solo pasa su mano entre mis muslos, encontrando con facilidad lo que busca. Una sonrisa depredadora se extiende en sus labios al sentir mi cuerpo reaccionar bajo sus dedos.
— Somos tuyos... Nunca podrás huirnos...
Gimo, incapaz de luchar contra este despertar ardiente. Lyam me vuelca de espaldas, dominando la escena con una mirada negra de deseo.
— Vamos a despertarte como una verdadera Reina, Ivy. Prepárate.
Se mueven sin esperar. Su hambre no ha disminuido, solo se ha adormecido unas horas. Y vuelve, aún con más intensidad.
Kael baja entre mis muslos, con su lengua hambrienta devorando mi coño. Soren agarra mis muñecas, sujetándolas por encima de mi cabeza, sus colmillos rozando mi garganta. Lyam se coloca encima de mí, con la mirada fija en la mía, animal.
— Dilo, Ivy... di que nos perteneces.
Respiro con dificultad, mi cuerpo arqueado bajo sus ataques.
— Soy de vosotros... Solo de vosotros...
Esa declaración desata la tormenta. Lyam me penetra de golpe, salvaje, brutal. Kael sigue lamiéndome, gruñendo con cada gemido que escapa de mí. Soren muerde mi piel sin romperla nunca, con su mirada ardiente de deseo.
Se alternan sobre mí, me toman, me vuelven a colocar, me abren una y otra vez hasta hacerme gritar su nombre. Es salvaje, primal, pero siempre intercalado con besos tiernos, caricias posesivas que me hacen temblar.
Cada movimiento de cadera es una promesa, cada mordisco una sentencia. Me demuestran una vez más que soy suya, que este vínculo entre nosotros es indestructible.
Cuando finalmente se dejan caer a mi alrededor, jadeando, saciados, me acurruco contra Lyam, con el corazón latiendo.
Kael susurra suavemente:
— Vamos a devorarte cada mañana, Ivy... hasta que no tengas fuerzas para huir.
Soren acaricia mi cabello y susurra cerca de mi oído:
— Y mañana, empezamos de nuevo...
Cierro los ojos. Por primera vez, ya no quiero pensar en el mañana. Solo quiero saborear este instante, este despertar salvaje y dulce...
Soy de ellos. Y ellos son míos.
YviEl sol ya ha subido alto cuando me despierto de nuevo, acurrucada contra Lyam. La habitación está bañada en una luz dorada, y el olor a almizcle aún flota en el aire. Sin embargo, la tensión de la víspera se ha apaciguado. Kael se estira perezosamente cerca de mí, mientras que Soren observa la escena, apoyado en la cabecera de la cama, con una sonrisa satisfecha en los labios.Lyam murmura contra mi sien:— Hoy, no te mueves sin nosotros. Tenemos asuntos que resolver, pero te quedas aquí... junto a nosotros.Asiento sin discutir. Siento esa necesidad, visceral, de no alejarme. De permanecer en su mundo, en su olor, en esta burbuja donde soy su Reina.Las sirvientas no tardan en entrar discretamente, dejando lo necesario para alimentarnos. Pan aún caliente, frutas maduras, carne jugosa. Soren toma un racimo de uvas y, sin una palabra, desliza una uva entre mis labios.— Come... necesitas recuperar fuerzas, susurra, sus ojos devorándome como si yo fuera un platillo más en su festín.
El sol apenas asoma en el horizonte cuando Kael se endereza, con la oreja atenta. Su mirada se oscurece, su cuerpo se tensa contra el mío. Lyam y Soren también gruñen. El instante de respiro se desvanece. Algo se acerca.— ¿Qué es…? murmuro, aún jadeante bajo sus cuerpos.Lyam acaricia mi mejilla con una dulzura inquietante.— Quédate aquí, Ivy. Sentimos… sangre antigua. No proviene de aquí.Un silencio de plomo se abate, roto por golpes en la puerta de entrada. No es un lobo de la manada. No es uno de sus aliados. Alguien más. Soraya irrumpe en la habitación, con el rostro marcado por la preocupación.— Es… es un mensajero de una antigua estirpe. Exigen audiencia. Ahora.Me enderezo, aún desnuda bajo las sábanas, con el corazón latiendo.— ¿Una estirpe? ¿Quién?Kael aprieta los puños.— Los herederos de los Alfas caídos. Aquellos que perdieron el poder hace décadas. Se pensaba que su sangre estaba extinguida…Soren, sombrío, suelta:— Quieren recuperar lo que, según ellos, les perten
El viento muerde mi piel mientras avanzo. Cada paso me parece un desgarro. Kael, Lyam y Soren están ahí, listos para arrebatarme ante el más mínimo intento de secuestro, pero sus músculos tensos traicionan su rabia.El hombre de cabello plateado me observa, divertido.— Acércate, pequeña reina. ¿Sabes quién soy?Sacudo la cabeza, incapaz de hablar.Kael escupe:— Fenrik de los Colmillos de Hierro. Traidor a su propia manada.Fenrik inclina la cabeza, falsamente humilde.— Siempre me enseñaron que la lealtad va hacia el más fuerte. Y tú, Ivy… eres más fuerte de lo que piensas. Tu sangre nos pertenece.Aprieto los puños.— Mi sangre no pertenece a nadie.Fenrik ríe suavemente.— Eso es falso, y lo sabes. Los Aelarian no están hechos para el amor o la ternura. Ustedes son soberanos. Reináis o caéis. Vengo a ofrecerte un trono, Ivy.Un silencio. Sus hombres señalan a Maelis, encadenada, con una mirada suplicante. Mi corazón se aprieta.— Si te niegas… ella morirá la primera. Y después de
SorenCaigo de rodillas. Mi corazón se detiene. La tierra tiembla bajo sus pies descalzos. Ella… ella cambia. Frente a nosotros. Ante toda la manada. — Por los Antiguos… no puede ser…Ella está ahí. Más hermosa, más salvaje que nunca. Su piel brilla con un resplandor lunar. Sus ojos… joder… dorados, rasgados como los de un depredador.Kael— ¿Qué es esto…? ¿Quién eres, Ivy?Ella sonríe. Una sonrisa de lobo.IvyLo siento, al fin. La verdad que estalla en mis venas. No soy su debilidad. Soy su reina. Su maldición. Su salvación. — Soy la que ustedes han llamado. La que estaba dormida. Ahora… estoy despierta.LyamLa miro, incapaz de moverme. Cada fibra de mi ser grita por unirme a ella. Por adorarlo. Por seguirla hasta el infierno. — Nos has mentido.Ella sacude la cabeza. — No lo sabía. Pero ahora… se acabó. No nos ocultamos más.IvyLevanto la vista hacia la luna. La sangre de Maelis aún pulsa en la tierra. Y sé. Sé lo que debo hacer. — Vamos a cazarlos. Vamos a destruirlos.
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal
Capítulo 2 - La marca del deseoHiedraQuisiera protestar. Gritar. Huir.Pero mi piel arde. Mi aliento se quiebra.Están demasiado cerca.KaelMe deslizo detrás de ella, el pecho apenas rozando su espalda.Puedo sentir cada emoción que la atraviesa.Pelea. Lo noto en la tensión de sus hombros, en cómo aprieta los dedos contra la tela de su vestido.Pero no se aparta.—¿Quieres luchar, Ivy?Mi voz es un susurro que se enreda en su cuello.Su respiración se acelera.—Entonces lucha.¿Cómo se lucha contra uno mismo?LyamEs sublime, atrapada entre nosotros. Su cuerpo tiembla, sacudido por una ola que apenas comienza.Lo veo. Lo siento.Aún no lo entiende. Pero su alma ya nos llama.—Mírame.Tomo su barbilla con cuidado. Ella tiembla.Sus ojos se alzan hacia los míos. Una tormenta eléctrica ruge allí.Está cediendo.HiedraMis piernas flaquean. El pensamiento se deshace.—¿Qué me han hecho...? —susurro.SorenFinalmente, hablo.Mis palabras son escasas, pero cuando llegan, atraviesan.—No
Capítulo 3 – El equipoHiedraCorro.El aire nocturno me azota la cara, pero no puedo escapar de su presencia.Están ahí.En todas partes.En mi aliento entrecortado, en el calor que no abandona mi piel, en la emoción que aún me atraviesa.Me marcaron.Y me aterra.Me hundo en el bosque, la oscuridad devorando mis pasos desbocados. El corazón me late con tanta fuerza que temo que se me salga del pecho.—Corre todo lo que quieras…La voz de Kael resuena. Está cerca. Demasiado cerca.Me doy la vuelta, pero no hay nadie.Solo la oscuridad vibrando. El silencio, opresivo.Una risa se desliza a mi izquierda.—Entraste, ¿verdad?Es Lyam esta vez.Aprieto los dientes.—¡Salgan de mi cabeza!—No estamos ahí —susurra Soren, su voz apenas un aliento tras mi espalda.Me congelo.Están aquí.Su presencia me envuelve como una sombra viva.Cierro los ojos un instante, tratando de recuperar el control. Pero al abrirlos, Lyam está justo frente a mí.Sin ruido. Sin advertencia.Solo él.—Déjate ir.Re
Capítulo 4 – Bajo su agarreHiedraLyam me arregla. Sus ojos dorados arden con una intensidad que me inmoviliza.Avanza. Lento. Con esa seguridad aplastante que me hace querer huir… o lanzarme sobre él.—Mírame —susurra.No quiero.Quiero desaparecer.Pero mis ojos se elevan, lo encuentran.Y ya está.Caigo.En ese abismo incandescente que me abre sin decir una palabra.En ese vínculo invisible que me envuelve, que me asfixia y me abraza al mismo tiempo.Sonríe. Casi satisfecho.—Entonces…Calor tras mi espalda.Kael.Su presencia es un veneno. Una trampa.Ni siquiera necesita tocarme para que mi piel se estremezca con su aliento.—Eres tan reactiva, Ivy…Su voz me roza el cuello como una caricia.Cierro los ojos. Mi respiración se descontrola.—No…—No mientas —interrumpe Soren, su voz profunda corta el aire.Él también se acerca. Más lento. Más contenido.Pero su mirada es una promesa que me desarma.Me estudia. Cada temblor. Cada latido desbocado de mi corazón.—Sientes el vínculo,