Ivy
Las puertas del gran salón se abren con un estruendo. El viento irrumpe, trayendo consigo los olores del bosque, de la sangre, del almizcle de las manadas que llegan.
Vienen de lejos. De las montañas del Norte, de los bosques del Sur, de llanuras áridas y ríos profundos. Cada manada lleva sus colores, su marca, su olor. Guerreros enormes, mujeres de belleza salvaje, miradas de acero y colmillos medio expuestos.
Lyam se erige, su mano cálida deslizándose por mi cintura.
— Eres nuestra. Esta noche, no mires a nadie más que a nosotros.Asiento, mi corazón golpeando contra mi pecho.
Kael toma la palabra con un tono firme, su voz resuena en el silencio:
— Que los Alphas tomen su lugar. Esta noche, presentamos a nuestra Reina.Un murmullo sacude a la asamblea. Las miradas se deslizan hacia mí. Algunas llenas de codicia, otras de desprecio. Las siento como garras sobre mi piel desnuda.
Soren se acerca a mi oído, una mueca cruel en los labios:
— Déjalos mirar. Nunca podrán tocarte.La primera manada en entrar es la del Norte, masiva, vestida con pieles gruesas. Su Alpha saluda con un gesto de cabeza. Sus ojos, dos trozos de hielo, se posan sobre mí.
— Una humana... ¿De verdad lo han hecho...?Luego viene la manada del Bosque Negro, ágil y silenciosa. Sus rostros están enmascarados, solo sus ojos amarillos brillan en la sombra.
Detrás de ellos, la Manada de las Arenas, dorada, arrogante, con joyas brillantes y miradas hambrientas. Su líder se ríe:
— Se atrevieron, ¿eh? Marcar a una humana...Kael se levanta de un salto, listo para lanzarse sobre el macho. Pero Lyam le pone una mano firme en el hombro.
— Esta noche, no habrá sangre. Esta noche, ella será reconocida.El último en entrar es el Anciano, líder de la manada de las montañas. Su edad lo hace aterrador, su aura silencia la sala. Me observa durante mucho tiempo.
— Ella siente su sangre... Lleva sus marcas. Será ella. Pero que esté lista para morir si falla.Trago saliva. No tengo opción. Ya soy de ellos.
Soraya se acerca en ese momento, una sonrisa fría en los labios. Saluda a los Alphas con una elegancia venenosa, luego se vuelve hacia mí.
— ¿Sabes lo que significa, Ivy? Ser Reina de las Manadas no es solo llevar una corona. Es sobrevivir. Cada noche. Cada luna llena. Cada celo.La miro sin bajar los ojos.
— Entonces sobreviviré.Los trillizos se tensan. Lyam se levanta de un golpe, su voz retumba:
— Esta noche, compartimos la mesa. Mañana... quien ponga en duda su vínculo lo pagará.El banquete comienza en una tensión palpable. Las carnes sangran, las copas se llenan de hidromiel y sangre de bestias. Siento la fiebre subir, las miradas pesar.
Las manadas comen, beben, ríen en voz alta. Pero nadie aparta la vista de la Reina. Me evalúan. Me ponen a prueba.
Soren se inclina:
— ¿Sientes eso, Ivy? La codicia... Te quieren. Pero eres nuestra. Solo nuestra.Tiemblo ante sus palabras. La bestia en mí despierta lentamente, ávida.
Un viejo macho se levanta, levantando su copa.
— Por la Reina... Que la Luna la juzgue digna, de lo contrario... la retomaremos.La amenaza flota en el aire. Pero sonrío. Porque sé. Sé que en esta sala, solo tres hombres pueden poseerme. Y esta noche, les pertenezco más que nunca.
Lyam, Kael y Soren me rodean, sus manos se posan sobre mis muslos bajo la mesa, posesivos. La comida se alarga, los cuerpos se calientan, y entiendo: esto es solo el comienzo.
Este banquete es una guerra silenciosa. Y soy la victoria de los trillizos.
Lyam
La sala está llena de risas ásperas, copas vacías y carne devorada. Pero en el fondo, la tensión aún ruge, sorda, lista para estallar. Las miradas de los Alphas fijas en Ivy nos recuerdan lo que quieren: probar nuestros límites, empujarla a sus extremos.
Me levanto lentamente, imponiendo el silencio con un simple movimiento. Las voces se apagan, los vasos dejan de chocarse. Todos sienten lo que se avecina.
Lyam
— Esta noche, han visto. Han entendido. Ella lleva nuestras marcas. Es nuestra. También es suya ahora...Un murmullo recorre la sala, rápido, nervioso.
Bajo las escaleras, me uno a ella, mi mano posándose en su nuca desnuda. Su olor me embriaga. Mi mirada recorre la asamblea.
— Ivy ya no es una humana. Es la Reina de esta ciudad, de este territorio, de todas las manadas que se someten a ella. La respetarán, la honrarán. O morirán.Kael se levanta también, su voz más afilada:
— No es una reivindicación. Es una verdad. La próxima luna llena sellará este vínculo ante la Luna y la Sangre. Quienes duden solo tendrán que presentarse.Soren ríe suavemente, un sonido gutural, áspero.
— Pero sepan esto... Antes de que la Luna los mire, nosotros, sus machos, los desollaremos si alguno de ustedes se atreve a poner un dedo sobre ella.El silencio se vuelve pesado, casi asfixiante. Los Alphas se miran, algunos esbozan sonrisas carnívoras, otros desvían la mirada. Pero todos sienten la advertencia.
Lyam
— Hemos construido esta ciudad sobre la sangre y el terror. Y continuaremos defendiendo, con ella a nuestro lado. No es débil. Es nuestra fuerza, nuestra rabia, nuestra caída si es necesario... Pero es la Reina.Un instante, nada se mueve. Luego el Anciano se levanta, sus ojos fijos en Ivy.
— Que así sea. Pero que nunca titubee, o le arrancaremos esa corona.Lo miro sin parpadear, luego me inclino hacia Ivy, mi boca contra su oído.
— Nadie te arrancará nada. Eres nuestra. Y ellos lo recordarán.El banquete termina con esta promesa de sangre. Se avecina una noche sin piedad. Pero lo sé: la guerra acaba de comenzar... y Ivy ya está en el centro de nuestro reino.
Kael, una última sonrisa de lado:
— Esta noche, somos nosotros quienes te celebraremos... como se debe.IvyEl banquete se ha apagado tras nosotros, dejando solo un aroma a vino, carne y miradas febrilmente ardientes. Pero lo que me hiela es su silencio. Lyam camina al frente, con la espalda tensa, con las manos cerradas. Kael y Soren me siguen de cerca. Siento su deseo ardiente, su ira sorda.Cuando la puerta de sus apartamentos se cierra de golpe tras nosotros, se cae la máscara.Lyam se vuelve de golpe, con sus ojos negros llenos de excitación y furia.— No tienes idea de lo que nos haces vivir, Ivy. Esa noche entera... verte sonreír a otros machos... sentir sus miradas devorarte...Kael gruñe, acercándose, sus dedos enroscándose alrededor de mi cuello.— Todos te quieren. Pero nunca te tendrán. Eres nuestra.Soren aparece detrás de mí, con el aliento ardiente en mi nuca.— Y esta noche, te lo recordaremos.Se lanzan sobre mí. Literalmente. El vestido vuela en jirones, desgarrado por sus garras, por su impaciencia salvaje. Me quedo desnuda, ofrecida, temblando por una mezcla de excit
YviEl sol ya ha subido alto cuando me despierto de nuevo, acurrucada contra Lyam. La habitación está bañada en una luz dorada, y el olor a almizcle aún flota en el aire. Sin embargo, la tensión de la víspera se ha apaciguado. Kael se estira perezosamente cerca de mí, mientras que Soren observa la escena, apoyado en la cabecera de la cama, con una sonrisa satisfecha en los labios.Lyam murmura contra mi sien:— Hoy, no te mueves sin nosotros. Tenemos asuntos que resolver, pero te quedas aquí... junto a nosotros.Asiento sin discutir. Siento esa necesidad, visceral, de no alejarme. De permanecer en su mundo, en su olor, en esta burbuja donde soy su Reina.Las sirvientas no tardan en entrar discretamente, dejando lo necesario para alimentarnos. Pan aún caliente, frutas maduras, carne jugosa. Soren toma un racimo de uvas y, sin una palabra, desliza una uva entre mis labios.— Come... necesitas recuperar fuerzas, susurra, sus ojos devorándome como si yo fuera un platillo más en su festín.
El sol apenas asoma en el horizonte cuando Kael se endereza, con la oreja atenta. Su mirada se oscurece, su cuerpo se tensa contra el mío. Lyam y Soren también gruñen. El instante de respiro se desvanece. Algo se acerca.— ¿Qué es…? murmuro, aún jadeante bajo sus cuerpos.Lyam acaricia mi mejilla con una dulzura inquietante.— Quédate aquí, Ivy. Sentimos… sangre antigua. No proviene de aquí.Un silencio de plomo se abate, roto por golpes en la puerta de entrada. No es un lobo de la manada. No es uno de sus aliados. Alguien más. Soraya irrumpe en la habitación, con el rostro marcado por la preocupación.— Es… es un mensajero de una antigua estirpe. Exigen audiencia. Ahora.Me enderezo, aún desnuda bajo las sábanas, con el corazón latiendo.— ¿Una estirpe? ¿Quién?Kael aprieta los puños.— Los herederos de los Alfas caídos. Aquellos que perdieron el poder hace décadas. Se pensaba que su sangre estaba extinguida…Soren, sombrío, suelta:— Quieren recuperar lo que, según ellos, les perten
El viento muerde mi piel mientras avanzo. Cada paso me parece un desgarro. Kael, Lyam y Soren están ahí, listos para arrebatarme ante el más mínimo intento de secuestro, pero sus músculos tensos traicionan su rabia.El hombre de cabello plateado me observa, divertido.— Acércate, pequeña reina. ¿Sabes quién soy?Sacudo la cabeza, incapaz de hablar.Kael escupe:— Fenrik de los Colmillos de Hierro. Traidor a su propia manada.Fenrik inclina la cabeza, falsamente humilde.— Siempre me enseñaron que la lealtad va hacia el más fuerte. Y tú, Ivy… eres más fuerte de lo que piensas. Tu sangre nos pertenece.Aprieto los puños.— Mi sangre no pertenece a nadie.Fenrik ríe suavemente.— Eso es falso, y lo sabes. Los Aelarian no están hechos para el amor o la ternura. Ustedes son soberanos. Reináis o caéis. Vengo a ofrecerte un trono, Ivy.Un silencio. Sus hombres señalan a Maelis, encadenada, con una mirada suplicante. Mi corazón se aprieta.— Si te niegas… ella morirá la primera. Y después de
SorenCaigo de rodillas. Mi corazón se detiene. La tierra tiembla bajo sus pies descalzos. Ella… ella cambia. Frente a nosotros. Ante toda la manada. — Por los Antiguos… no puede ser…Ella está ahí. Más hermosa, más salvaje que nunca. Su piel brilla con un resplandor lunar. Sus ojos… joder… dorados, rasgados como los de un depredador.Kael— ¿Qué es esto…? ¿Quién eres, Ivy?Ella sonríe. Una sonrisa de lobo.IvyLo siento, al fin. La verdad que estalla en mis venas. No soy su debilidad. Soy su reina. Su maldición. Su salvación. — Soy la que ustedes han llamado. La que estaba dormida. Ahora… estoy despierta.LyamLa miro, incapaz de moverme. Cada fibra de mi ser grita por unirme a ella. Por adorarlo. Por seguirla hasta el infierno. — Nos has mentido.Ella sacude la cabeza. — No lo sabía. Pero ahora… se acabó. No nos ocultamos más.IvyLevanto la vista hacia la luna. La sangre de Maelis aún pulsa en la tierra. Y sé. Sé lo que debo hacer. — Vamos a cazarlos. Vamos a destruirlos.
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal
Capítulo 2 - La marca del deseoHiedraQuisiera protestar. Gritar. Huir.Pero mi piel arde. Mi aliento se quiebra.Están demasiado cerca.KaelMe deslizo detrás de ella, el pecho apenas rozando su espalda.Puedo sentir cada emoción que la atraviesa.Pelea. Lo noto en la tensión de sus hombros, en cómo aprieta los dedos contra la tela de su vestido.Pero no se aparta.—¿Quieres luchar, Ivy?Mi voz es un susurro que se enreda en su cuello.Su respiración se acelera.—Entonces lucha.¿Cómo se lucha contra uno mismo?LyamEs sublime, atrapada entre nosotros. Su cuerpo tiembla, sacudido por una ola que apenas comienza.Lo veo. Lo siento.Aún no lo entiende. Pero su alma ya nos llama.—Mírame.Tomo su barbilla con cuidado. Ella tiembla.Sus ojos se alzan hacia los míos. Una tormenta eléctrica ruge allí.Está cediendo.HiedraMis piernas flaquean. El pensamiento se deshace.—¿Qué me han hecho...? —susurro.SorenFinalmente, hablo.Mis palabras son escasas, pero cuando llegan, atraviesan.—No
Capítulo 3 – El equipoHiedraCorro.El aire nocturno me azota la cara, pero no puedo escapar de su presencia.Están ahí.En todas partes.En mi aliento entrecortado, en el calor que no abandona mi piel, en la emoción que aún me atraviesa.Me marcaron.Y me aterra.Me hundo en el bosque, la oscuridad devorando mis pasos desbocados. El corazón me late con tanta fuerza que temo que se me salga del pecho.—Corre todo lo que quieras…La voz de Kael resuena. Está cerca. Demasiado cerca.Me doy la vuelta, pero no hay nadie.Solo la oscuridad vibrando. El silencio, opresivo.Una risa se desliza a mi izquierda.—Entraste, ¿verdad?Es Lyam esta vez.Aprieto los dientes.—¡Salgan de mi cabeza!—No estamos ahí —susurra Soren, su voz apenas un aliento tras mi espalda.Me congelo.Están aquí.Su presencia me envuelve como una sombra viva.Cierro los ojos un instante, tratando de recuperar el control. Pero al abrirlos, Lyam está justo frente a mí.Sin ruido. Sin advertencia.Solo él.—Déjate ir.Re