Ivy
Las puertas del gran salón se abren con un estruendo. El viento irrumpe, trayendo consigo los olores del bosque, de la sangre, del almizcle de las manadas que llegan.
Vienen de lejos. De las montañas del Norte, de los bosques del Sur, de llanuras áridas y ríos profundos. Cada manada lleva sus colores, su marca, su olor. Guerreros enormes, mujeres de belleza salvaje, miradas de acero y colmillos medio expuestos.
Lyam se erige, su mano cálida deslizándose por mi cintura.
— Eres nuestra. Esta noche, no mires a nadie más que a nosotros.
Asiento, mi corazón golpeando contra mi pecho.
Kael toma la palabra con un tono firme, su voz resuena en el silencio:
— Que los Alphas tomen su lugar. Esta noche, presentamos a nuestra Reina.
Un murmullo sacude a la asamblea. Las miradas se deslizan hacia mí. Algunas llenas de codicia, otras de desprecio. Las siento como garras sobre mi piel desnuda.
Soren se acerca a mi oído, una mueca cruel en los labios:
— Déjalos mirar. Nunca podrán tocarte.
La pri