Ivy
Camino lentamente por este pasillo demasiado amplio, demasiado lujoso para mí. El terciopelo de las cortinas ahoga mis pasos, pero no el ruido de sus voces. Me detengo frente a la puerta entreabierta de la oficina.
Su olor está por todas partes. Salvaje. Poseído. Mi vientre se revuelve mientras me pego a la pared, prestando atención.
— Ella es nuestra ahora, susurra Lyam, en un tono grave. Y nada ni nadie la volverá a quitar.
— La manada la espera esta noche. Quieren ver a la hembra de los Alfas. Nuestra Reina, añade Kael. No podremos retroceder.
— ¿Y Soraya? pregunta Soren. Ella nunca lo aceptará. Ya la odia.
Un silencio pesado.
— Se acostumbrará, corta Lyam. O caerá.
Mi corazón late tan fuerte que me duele. El peso de sus palabras se aplasta sobre mí. Reina. Su Reina. Mi respiración tiembla. Hablan de mí como si fuera un hecho consumado.
No tengo tiempo para reflexionar más. Un crujido se me escapa. La puerta se abre de golpe. Lyam se paraliza, su mirada oscura clavada en la mía.
Me quedo ahí, incapaz de retroceder. He escuchado todo. Lo veo en sus ojos, y aun así... sonríe.
— Entra, Ivy.
Su voz es áspera, baja, vibrante de esa ternura salvaje que solo me reserva a mí. Mis piernas casi flaquean cuando avanzo. Y de repente, soy atrapada.
Lyam me atrae a sus brazos, sus labios se aplastan contra los míos con un hambre apenas contenida. Me ahogo contra él. Luego Kael me roba de él, me aprieta contra su pecho.
— No tienes que escuchar por las puertas, gatita... murmura, con una sonrisa en los labios antes de besarme a su vez.
Me derrito. Literalmente. Soren espera su turno, sus ojos llenos de esa llama negra que me hace temblar. Me agarra por la nuca y toma mis labios sin suavidad.
— Ahora que lo sabes... ni siquiera pienses en huir. Eres nuestra.
Asiento con la cabeza, incapaz de hablar. Apenas me dejan respirar, cubriéndome de besos, de caricias posesivas.
Y entonces... ella aparece.
Soraya.
Apoyada en el marco de la puerta, con la cabeza en alto. Sus ojos brillan con ese desprecio helado que solo ella sabe mostrar.
— Qué escena conmovedora... suspira. Nuestra querida Reina ya juega a las espías.
Se acerca, me examina, su mirada recorre mi vestido, mi cuello marcado. Una sonrisa amarga estira sus labios.
— Te estás instalando rápido... Pero tendrás que demostrar tu valía esta noche. Créeme, la manada no es tan tierna como mis hermanos.
Me enderezo a pesar del miedo, a pesar del fuego que me consume por dentro. Me niego a bajar la mirada. No frente a ella. No ahora.
Lyam gruñe detrás de mí.
— Soraya, mide tus palabras. Ella es de los nuestros. Lleva nuestra marca.
— Por ahora... susurra antes de darse la vuelta.
Desaparece, dejándome temblando. Pero los brazos de mis Alfas se cierran de inmediato a mi alrededor.
— Déjala hablar, susurra Kael. Esta noche, brillarás, Ivy. Y ella entenderá que ya no es nada frente a ti.
Soren me levanta en sus brazos, sus colmillos rozando mi cuello.
— No la mires más. Míranos a nosotros. Eso es lo que importa.
Y por primera vez, creo que entiendo. Ya no pertenezco más que a ellos.
Yvi
No realizo la magnitud de sus palabras hasta que las sirvientas se presentan en mi puerta más tarde. Son muchas, silenciosas, vestidas de negro y oro, los colores de los Alfas. Sin una palabra, se inclinan.
— Mi Señora... es hora de prepararse. Esta noche, la manada y las otras manadas esperan a la Reina.
La palabra me golpea como un látigo. Reina. La sangre me abandona un instante mientras soy llevada a la habitación contigua, amplia, bañada de luz y fragancias embriagadoras.
Me desnudan con gestos precisos, metódicos. Mis ropas caen al suelo como un sudario y aquí estoy desnuda bajo sus miradas controladas.
Una de ellas, Mira, la mayor, me mira sonriendo suavemente.
— Llevas sus marcas... Es la primera vez que marcan tan rápido. Eres su todo.
Bajo la mirada. Aún siento los colmillos de Lyam, la mordida de Kael, la rasguño de Soren en mi piel. Pruebas indelebles de su dominio. Y esta noche, tendré que llevarlas con orgullo ante todo un pueblo.
Me lavan con ungüentos perfumados, sus manos acariciantes, casi maternales. Luego vienen los velos de seda, las joyas de oro. Me tienden un vestido de un negro profundo, hendido alto en el muslo, el corsé tan ajustado que mi pecho se eleva con cada aliento.
— La Reina debe brillar más que las estrellas... susurra Mira al colocar una corona delgada sobre mi cabello recogido.
El espejo me devuelve una imagen que no reconozco. Una mujer fatal, soberana. Una presa convertida en depredadora. Pero en el fondo de mis ojos, el miedo aún danza.
La puerta se abre.
Ellos entran. Lyam, Kael y Soren, vestidos de negro y oro, con miradas ardientes. El silencio cae.
Lyam avanza, lentamente, devorándome con la mirada.
— Eres perfecta. Nadie podrá dudar que eres nuestra.
Extiende la mano. Temblando, la tomo. Su palma es caliente, firme. Me atrae hacia él, me susurra al oído:
— Esta noche, verán a quién perteneces. Y tú, entenderás lo que es ser nuestra Reina.
Kael se desliza detrás de mí, sus labios rozando mi nuca desnuda.
— Estás lista, mi amor. No tiemble. Te temerán.
Soren se agacha frente a mí, su mirada en la mía. Toma mi mano y le deja un beso.
— Si alguno de ellos te mira de reojo, le arranco la garganta. Este banquete es nuestra coronación.
Inspiro con dificultad. El terror me invade. Voy a enfrentar a decenas de alfas, de hembras, de bestias ávidas de medir, de romperme.
Pero en sus brazos, me enderezo.
— Entonces, vamos. Muéstrenles quién soy.
La sonrisa carnívora de Lyam se ensancha. Me agarra por la cintura y me lleva fuera de la habitación. Kael y Soren nos flanquean, como una escolta real.
Los pasillos resuenan con nuestros pasos. A lo lejos, ya escucho los murmullos. Toda la manada está ahí, reunida bajo la gran cúpula de piedra. Las otras manadas también.
Un escalofrío me recorre. Esta noche... el juego comienza. Y yo soy la Reina.
IvyLas puertas del gran salón se abren con un estruendo. El viento irrumpe, trayendo consigo los olores del bosque, de la sangre, del almizcle de las manadas que llegan.Vienen de lejos. De las montañas del Norte, de los bosques del Sur, de llanuras áridas y ríos profundos. Cada manada lleva sus colores, su marca, su olor. Guerreros enormes, mujeres de belleza salvaje, miradas de acero y colmillos medio expuestos.Lyam se erige, su mano cálida deslizándose por mi cintura.— Eres nuestra. Esta noche, no mires a nadie más que a nosotros.Asiento, mi corazón golpeando contra mi pecho.Kael toma la palabra con un tono firme, su voz resuena en el silencio:— Que los Alphas tomen su lugar. Esta noche, presentamos a nuestra Reina.Un murmullo sacude a la asamblea. Las miradas se deslizan hacia mí. Algunas llenas de codicia, otras de desprecio. Las siento como garras sobre mi piel desnuda.Soren se acerca a mi oído, una mueca cruel en los labios:— Déjalos mirar. Nunca podrán tocarte.La pri
IvyEl banquete se ha apagado tras nosotros, dejando solo un aroma a vino, carne y miradas febrilmente ardientes. Pero lo que me hiela es su silencio. Lyam camina al frente, con la espalda tensa, con las manos cerradas. Kael y Soren me siguen de cerca. Siento su deseo ardiente, su ira sorda.Cuando la puerta de sus apartamentos se cierra de golpe tras nosotros, se cae la máscara.Lyam se vuelve de golpe, con sus ojos negros llenos de excitación y furia.— No tienes idea de lo que nos haces vivir, Ivy. Esa noche entera... verte sonreír a otros machos... sentir sus miradas devorarte...Kael gruñe, acercándose, sus dedos enroscándose alrededor de mi cuello.— Todos te quieren. Pero nunca te tendrán. Eres nuestra.Soren aparece detrás de mí, con el aliento ardiente en mi nuca.— Y esta noche, te lo recordaremos.Se lanzan sobre mí. Literalmente. El vestido vuela en jirones, desgarrado por sus garras, por su impaciencia salvaje. Me quedo desnuda, ofrecida, temblando por una mezcla de excit
YviEl sol ya ha subido alto cuando me despierto de nuevo, acurrucada contra Lyam. La habitación está bañada en una luz dorada, y el olor a almizcle aún flota en el aire. Sin embargo, la tensión de la víspera se ha apaciguado. Kael se estira perezosamente cerca de mí, mientras que Soren observa la escena, apoyado en la cabecera de la cama, con una sonrisa satisfecha en los labios.Lyam murmura contra mi sien:— Hoy, no te mueves sin nosotros. Tenemos asuntos que resolver, pero te quedas aquí... junto a nosotros.Asiento sin discutir. Siento esa necesidad, visceral, de no alejarme. De permanecer en su mundo, en su olor, en esta burbuja donde soy su Reina.Las sirvientas no tardan en entrar discretamente, dejando lo necesario para alimentarnos. Pan aún caliente, frutas maduras, carne jugosa. Soren toma un racimo de uvas y, sin una palabra, desliza una uva entre mis labios.— Come... necesitas recuperar fuerzas, susurra, sus ojos devorándome como si yo fuera un platillo más en su festín.
El sol apenas asoma en el horizonte cuando Kael se endereza, con la oreja atenta. Su mirada se oscurece, su cuerpo se tensa contra el mío. Lyam y Soren también gruñen. El instante de respiro se desvanece. Algo se acerca.— ¿Qué es…? murmuro, aún jadeante bajo sus cuerpos.Lyam acaricia mi mejilla con una dulzura inquietante.— Quédate aquí, Ivy. Sentimos… sangre antigua. No proviene de aquí.Un silencio de plomo se abate, roto por golpes en la puerta de entrada. No es un lobo de la manada. No es uno de sus aliados. Alguien más. Soraya irrumpe en la habitación, con el rostro marcado por la preocupación.— Es… es un mensajero de una antigua estirpe. Exigen audiencia. Ahora.Me enderezo, aún desnuda bajo las sábanas, con el corazón latiendo.— ¿Una estirpe? ¿Quién?Kael aprieta los puños.— Los herederos de los Alfas caídos. Aquellos que perdieron el poder hace décadas. Se pensaba que su sangre estaba extinguida…Soren, sombrío, suelta:— Quieren recuperar lo que, según ellos, les perten
El viento muerde mi piel mientras avanzo. Cada paso me parece un desgarro. Kael, Lyam y Soren están ahí, listos para arrebatarme ante el más mínimo intento de secuestro, pero sus músculos tensos traicionan su rabia.El hombre de cabello plateado me observa, divertido.— Acércate, pequeña reina. ¿Sabes quién soy?Sacudo la cabeza, incapaz de hablar.Kael escupe:— Fenrik de los Colmillos de Hierro. Traidor a su propia manada.Fenrik inclina la cabeza, falsamente humilde.— Siempre me enseñaron que la lealtad va hacia el más fuerte. Y tú, Ivy… eres más fuerte de lo que piensas. Tu sangre nos pertenece.Aprieto los puños.— Mi sangre no pertenece a nadie.Fenrik ríe suavemente.— Eso es falso, y lo sabes. Los Aelarian no están hechos para el amor o la ternura. Ustedes son soberanos. Reináis o caéis. Vengo a ofrecerte un trono, Ivy.Un silencio. Sus hombres señalan a Maelis, encadenada, con una mirada suplicante. Mi corazón se aprieta.— Si te niegas… ella morirá la primera. Y después de
SorenCaigo de rodillas. Mi corazón se detiene. La tierra tiembla bajo sus pies descalzos. Ella… ella cambia. Frente a nosotros. Ante toda la manada. — Por los Antiguos… no puede ser…Ella está ahí. Más hermosa, más salvaje que nunca. Su piel brilla con un resplandor lunar. Sus ojos… joder… dorados, rasgados como los de un depredador.Kael— ¿Qué es esto…? ¿Quién eres, Ivy?Ella sonríe. Una sonrisa de lobo.IvyLo siento, al fin. La verdad que estalla en mis venas. No soy su debilidad. Soy su reina. Su maldición. Su salvación. — Soy la que ustedes han llamado. La que estaba dormida. Ahora… estoy despierta.LyamLa miro, incapaz de moverme. Cada fibra de mi ser grita por unirme a ella. Por adorarlo. Por seguirla hasta el infierno. — Nos has mentido.Ella sacude la cabeza. — No lo sabía. Pero ahora… se acabó. No nos ocultamos más.IvyLevanto la vista hacia la luna. La sangre de Maelis aún pulsa en la tierra. Y sé. Sé lo que debo hacer. — Vamos a cazarlos. Vamos a destruirlos.
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal
Capítulo 2 - La marca del deseoHiedraQuisiera protestar. Gritar. Huir.Pero mi piel arde. Mi aliento se quiebra.Están demasiado cerca.KaelMe deslizo detrás de ella, el pecho apenas rozando su espalda.Puedo sentir cada emoción que la atraviesa.Pelea. Lo noto en la tensión de sus hombros, en cómo aprieta los dedos contra la tela de su vestido.Pero no se aparta.—¿Quieres luchar, Ivy?Mi voz es un susurro que se enreda en su cuello.Su respiración se acelera.—Entonces lucha.¿Cómo se lucha contra uno mismo?LyamEs sublime, atrapada entre nosotros. Su cuerpo tiembla, sacudido por una ola que apenas comienza.Lo veo. Lo siento.Aún no lo entiende. Pero su alma ya nos llama.—Mírame.Tomo su barbilla con cuidado. Ella tiembla.Sus ojos se alzan hacia los míos. Una tormenta eléctrica ruge allí.Está cediendo.HiedraMis piernas flaquean. El pensamiento se deshace.—¿Qué me han hecho...? —susurro.SorenFinalmente, hablo.Mis palabras son escasas, pero cuando llegan, atraviesan.—No