Ivy
Camino lentamente por este pasillo demasiado amplio, demasiado lujoso para mí. El terciopelo de las cortinas ahoga mis pasos, pero no el ruido de sus voces. Me detengo frente a la puerta entreabierta de la oficina.
Su olor está por todas partes. Salvaje. Poseído. Mi vientre se revuelve mientras me pego a la pared, prestando atención.
— Ella es nuestra ahora, susurra Lyam, en un tono grave. Y nada ni nadie la volverá a quitar.
— La manada la espera esta noche. Quieren ver a la hembra de los Alfas. Nuestra Reina, añade Kael. No podremos retroceder.
— ¿Y Soraya? pregunta Soren. Ella nunca lo aceptará. Ya la odia.
Un silencio pesado.
— Se acostumbrará, corta Lyam. O caerá.
Mi corazón late tan fuerte que me duele. El peso de sus palabras se aplasta sobre mí. Reina. Su Reina. Mi respiración tiembla. Hablan de mí como si fuera un hecho consumado.
No tengo tiempo para reflexionar más. Un crujido se me escapa. La puerta se abre de golpe. Lyam se paraliza, su mirada oscura clavada en la mía