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Capítulo 28 — Su Reina, su presa

Ivy

La calma no es más que una mentira. Una caricia antes de la tormenta. Lo siento en sus miradas, en la tensión de sus cuerpos. Este desayuno tierno no era más que un preludio. La verdadera fiesta soy yo.

Lyam es el primero en moverse. Sus dedos se cierran sobre mi tobillo y, con un tirón seco, me atrae hacia él. Un grito se me escapa, sorprendida, excitada.

Lyam (voz ronca)

— Basta de esperar. Ahora… te tomamos.

Ya no piden. Reclaman. Exigen. Y ya no quiero negarles nada.

Kael arranca la sábana que me cubre, exponiendo mi desnudez a sus miradas ardientes. Tiemble, ya empapada al verlos así: salvajes, los colmillos apenas contenidos, listos para devorarme.

Soren (una mueca cruel en los labios)

— Te vamos a mostrar lo que es… ser nuestra.

Lyam se apodera de mis labios, me besa hasta quedarme sin aliento mientras Kael desciende, apartándome sin delicadeza, gruñendo al descubrir lo lista que estoy.

Kael (susurro feroz)

— Nos deseas tanto como nosotros te deseamos. Mueren de ganas, Ivy. Confiesa.

Gimo, incapaz de hablar, arqueando la espalda cuando su lengua se apodera de mí brutalmente.

Ivy (jadeante)

— Sí… joder sí… tómame…

Los tres se congelan. Y de repente, la bestia en ellos se despierta.

Me rodean, me levantan, me posicionan como una ofrenda sobre la cama. Sin ninguna barrera. Sin ninguna ternura. Solo hambre.

Kael me penetra primero, con un empujón seco que me arranca un grito ronco. Me aferro a Lyam, mis uñas hundiéndose en su piel. Soren me sostiene por la garganta, sus colmillos rozando mi piel sin perforarla.

Soren (aliento ardiente en mi oído)

— ¿Quieres que te tomemos como una maldita presa, Ivy? Dilo.

Casi grito, arqueándome bajo ellos.

Ivy (gimiendo)

— Sí… Hazme tu presa… Tu Reina… Tómame… fuerte…

Kael gruñe, acelera, brutal, salvaje. Lyam me obliga a mirarlo, sus dedos en mi cabello, mientras Soren lame mi garganta, su mano acariciando mis pechos sin piedad.

El placer es violento. Casi doloroso. Me pierdo, me ahogo en esta salvajería que me arranca gritos.

Kael llega a su clímax gruñendo contra mi vientre, pero no me dan ningún respiro. Lyam toma su lugar sin esperar, me agarra por las caderas y se hunde en mí de un solo golpe.

Grito su nombre, incapaz de resistir. Cada embestida me destroza. Tiemble, lloro de placer.

Soren finalmente me da la vuelta como a una muñeca, agarrándome por la garganta y arrancándome gemidos desesperados.

Soren (gruñido feroz)

— Eres nuestra. Solo nuestra. ¿Lo sientes en tu cuerpo? ¿Lo quieres?

No tengo palabras. Solo gemidos, gritos roncos. Me toma, fuerte, salvaje, mientras Lyam muerde mi nuca y Kael me acaricia susurrándome obscenidades.

Me rodean, me llenan, me poseen hasta que no queda nada de mí. Hasta que mi cuerpo colapsa, sacudido por un orgasmo violento que me deja sin aliento.

Lyam (sonriendo ferozmente)

— Ahí está… Nuestra Reina… nuestra maldita presa.

Los tres me besan, aún jadeantes, la mirada oscura de deseo y orgullo.

Y entiendo… no quiero estar en ningún otro lugar que aquí.

Ivy

El silencio vuelve a la habitación, pesado por la fiebre de nuestros cuerpos aún entrelazados. El perfume del sexo flota, embriagador. Y, sin embargo, un rugido discreto resuena de repente en el pasillo.

Lyam levanta la cabeza, sus colmillos aún visibles. Kael gruñe, Soren frunce el ceño.

Lyam (susurro ronco)

— Ella viene.

Tiemble sin comprender.

Ivy (voz ronca)

— ¿Quién?

Kael se incorpora, me besa violentamente antes de susurrarme al oído.

Kael

— Nuestra sangre. Nuestra hermana. Soraya. Prepárate, Ivy… Ella es peor que nosotros.

La puerta se abre lentamente. Una silueta se recorta en la luz. Alta, esbelta, una belleza feroz. Cabello negro azabache que cae sobre sus hombros. Ojos dorados, casi metálicos, que se clavan en mí.

Soraya.

Soraya (sonrisa carnívora)

— Entonces… ¿es ella… la famosa humana que ha puesto a mis hermanos de rodillas?

Su voz es un susurro peligroso. Avanza lentamente, sus tacones resonando en el suelo. Un perfume de peligro flota a su alrededor.

Soren se levanta y la abraza, posesivo.

Soren (voz grave)

— Nuestra sangre. Nuestra manada.

Kael y Lyam la saludan con una mirada. Pero yo… me encojo en las sábanas, desnuda, marcada por su placer, aún temblando.

Soraya (riendo suavemente)

— No hace falta que te escondas, Ivy… Siento su olor por todas partes en ti. Ya eres una de las nuestras. Marcada.

Se acerca, se sienta en el borde de la cama sin dejar de mirarme. Su mano roza mi mejilla, un escalofrío me atraviesa.

Soraya

— Sabes lo que eso implica, ¿verdad? Ser una de nosotras… No es solo tener relaciones con mis hermanos. Es convertirte en la Reina de la manada. Es llevar nuestra sangre.

Trago, incapaz de responder. Kael se interpone con un gruñido sordo.

Kael

— Soraya… no ahora. Déjale tiempo.

Pero Soraya sonríe, mostrando un atisbo de colmillos.

Soraya

— ¿Tiempo? Ha tenido suficiente para ser tomada por cada uno de ustedes… Debe saber, Ivy. Aquí, nadie vive si rechaza a la manada. Ni siquiera yo.

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